MADRID, 15 (OTR/PRESS)
Cada vez que se publican los resultados de una encuesta se confirma lo descabellado que es creer en las encuestas. La mentira y la simulación, que son monedas de uso constante y abundante en la vida ordinaria, y no digamos entre los políticos, parecen ser los pilares sobre los que se edifican las encuestas, cuando menos en nuestro país. De otro modo no se comprendería que tres de cada cuatro españoles, cuatro de cada cinco varones, asegure que goza o que cree gozar de una salud excelente. El optimismo, qué duda cabe, actúa en el organismo mejor que un placebo: como un específico maravilloso. Lamentablemente, lo más probable es que los españoles confundan la buena salud con seguir vivos todavía, con sobrevivir a las sevicias del Gobierno y a las añagazas de los malhechores que han miserabilizado sus vidas y la de la nación.
Además del optimismo, y acaso de ese orgullo algo suicida tan característico del español, que le impediría manifestar en público que está hecho unos zorros, es posible que en los resultados de esa reciente encuesta sobre la percepción de la propia salud influyan también otras dos circunstancias: que se fuma menos y que se va menos al médico. Respecto a lo primero, y sin descartar enteramente que la salud haya mejorado algo desde que se fuma menos, no debe olvidarse que lo que no se va en lágrimas, se va en suspiros, esto es, que lo que no se funde la nicotina, se lo funden los ansiolíticos, los bollos y las dietas para adelgazar, tan letales. En todo caso, el hecho de que una cajetilla cueste lo que cuarto y mitad de salmón ahumado, y el de que no dejen fumar en ningún sitio, favorece traducir la renuncia al tabaco en una potente inyección de salubridad.
Ahora bien; lo que más hace creer a los españoles que están hechos unos toros y unos chavales, es que van menos al médico. Haciendo de la necesidad virtud, se interpreta ese no ir como el no tener necesidad de hacerlo, sensación que se refuerza cuando se va y a uno no le hacen mucho caso o se lo hacen mal. Lo sustancial, empero, es que el mayor alejamiento del mundillo de la enfermedad, representada en el facultativo, le hace sentirse a uno bastante mejor, y no solo figuradamente. Sea como fuere, lo cierto es que, encuestas aparte, tres de cuatro españoles estamos hechos una pena.