MADRID, 22 (OTR/PRESS)
En presencia de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y del ministro de Asuntos Exteriores, García Margallo, el líder de Unió Democrática de Cataluña y portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran i Lleida, declaró el jueves en Madrid que para los dos principales retos de la Generalitat, la asfixia financiera y la consulta soberanista, Cataluña necesita entenderse con el Gobierno de Mariano Rajoy.
Se adivina una advertencia previa. La ayuda económica para salir del agujero en ningún caso excluye, paraliza o aparca la decisión de seguir adelante con el proceso soberanista, que ha de arrancar con la celebración de la prometida consulta sobre el futuro de los catalanes. «El compromiso es llevarla a cabo en 2014, o aplazarla si las circunstancias lo aconsejan, pero en el marco de la ley y con el apoyo de una mayoría lo más amplia posible».
Estas manifestaciones de Durán, que este fin de semana tiene prevista una conversación «larga y profunda» con el presidente de la Generalitat, Artur Mas, parecen confirmar que, como se venía especulando, estamos ante un golpe de timón nacionalista en clave de retorno a la centralidad. Implicaría acercarse a Moncloa y distanciarse de ERC. De lo primero dejó constancia al afirmar que difícilmente se puede llevar a cabo la controvertida consulta si no es con el consentimiento o el acuerdo de Madrid. En cuanto a lo segundo, se curó en salud: «Digamos que es ERC la que ha empezado a distanciarse de nosotros, y no al revés». Para el caso es lo mismo.
Es previsible que Durán i Lleida levante la bandera del diálogo y el entendimiento con el Ejecutivo central. Siempre hizo ese papel durante los últimos veinte o treinta años. Pero que lo vuelva a hacer cuando más distancia se había puesto entre Madrid y Barcelona tras el órdago segregacionista planteado por el tándem CiU-ERC, en presencia de la vicepresidenta del Gobierno y unos días después de la discreta reunión del Govern, donde se planteó la dramática situación presupuestaria de Cataluña, no parece casual.
Todo tiende a orientarse de nuevo hacia el sentido común. Se explica. En estos últimos días han reaparecido con fuerza dos de los tres elementos que siempre presagiaron una vida corta y accidentada del pacto soberanista firmado por CDC (Mas), UDC (Durán) y ERC (Junqueras). Me refiero a las evidentes diferencias de modelo y de estrategia que existen en esa especia de nuevo «tripartito», por un lado, y a su dramática dependencia financiera del Gobierno central, por el otro. El tercer elemento es la corrupción. Lo que también ha zarandeado estos últimos días la barca nacionalista es la imputación del secretario general de CDC (Convergencia Democrática de Cataluña) y delfín político del actual «president», Oriol Pujol Ferrusola, por un presunto delito de tráfico de influencias. En Cataluña no es patriotismo todo lo que reluce.