Francisco Muro de Iscar – Democracia Basura.


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

La política es una de las actividades más nobles a la que un ciudadano puede dedicarse y a ella deberían ir los mejores. Por eso quienes la degradan o se aprovechan de ella para su beneficio personal o partidista deberían ser no sólo expulsados de la vida pública para siempre sino también castigados socialmente con el desprecio y sancionados penalmente con dureza.

Muchos se quejan de que esta democracia que vivimos no es mejor que la telebasura, que degrada la buena televisión, o la bancabasura, que ha puesto en peligro el futuro y la dignidad de millones de personas que han perdido sus ahorros con el timo de las preferentes o que han tenido que pagar con sus impuestos los desmanes de algunos incompetentes, sinvergüenzas o ambas cosas unidas.

La pérdida de confianza en los políticos es creciente y no tiene visos de mejorar a corto plazo se debe a la falta de transparencia de la vida pública, a la facilidad con que un político actúa y decide sin diálogo con los interesados, a las mentiras reiteradas. El incumplimiento de las promesas, la constatación de que pueden hacer lo que quieren con impunidad, la no asunción de responsabilidades nunca, ni siquiera cuando la justicia actúa contra alguno de ellos, es un grave peligro para el sistema democrático que sólo tiene como barrera la actuación de la Justicia. Y hasta ésta se enreda en peleas de implicaciones políticas. No es algo que suceda sólo en España -Italia, Francia, Inglaterra, etc. viven situaciones y casos similares- pero ha tomado carta de naturaleza en nuestro país. Y esa desconfianza ciudadana, esa carencia de valores verdaderamente democráticos, encierra un serio peligro.

El depreciar la vida pública, quitando el sueldo a quienes se dedican a ella o limitando su actividad pública es pura demagogia. Pero igual de demagógica y peligrosa es la conducta de políticos irresponsables que incitan, aplauden o disculpan actividades de acoso a políticos de otras ideologías y hasta a sus familiares. La protesta ciudadana es legítima y necesaria, pero también tiene sus reglas y sus límites. Si sucede algo, serán responsables de lo que pase.

Antes se decía que el que miente pierde el honor y el crédito personal. Ahora muchos han hecho de la mentira y la demagogia su principal arma de combate y están convirtiendo la política en basura.

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