Si todo lo manifestado en nuestra realidad humana pasa inexorablemente por los estadios de nacimiento, esplendor y muerte, muchas señales apuntan a que nuestra civilización está sufriendo los últimos estertores. Y no me refiero a ningún fin del mundo, ni fundamento mi análisis en profecías ni augurios delirantes. La observación de la realidad deja ver unos frescos claroscuros que en nada envidian a los de la Finca del Sordo del pintor de Fuendetodos, sensible a la hora de captar un presente convulso tintado de negros nubarrones. Tan negros como los de hoy. El ser humano parece condenado a cometer los mismos errores que lo llevan una y otra vez a la destrucción. ¿Habría que proyectar el visor más allá de la frontera de lo humano? Dejo la pregunta ahí, reverberando, por si alguien tiene una respuesta que justifique lo que racionalmente tiene difícil explicación.
La sociedad está saturada. Que las noticias se hayan convertido en listados de meros datos económicos: el déficit, el Ibex, la prima de riesgo, el FROB, el MEDE, el FMI o el banco malo, es ya insufrible. Pero como somos culpables, ahí va doble dosis. Nos han hecho interiorizar que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, pero eso es una falacia descomunal. He hablado en otros artículos sobre los dueños del mundo y los diseñadores de la sociedad, es decir, los artífices del caos mayúsculo que se está fraguando, para instaurar el Nuevo Orden Mundial (NWO, por sus siglas en inglés). Sé que de esto no se debe hablar, al menos a las claras, pues se corre el riesgo de caer en el descrédito ante aquellos que solo beben en las fuentes oficiales que sirven los think tanks, los lobbies y otras agencias del establishment.
En la actualidad, las invasiones y las guerras no se hacen ni a caballo ni con desembarcos en Normandía, si bien se siguen hundiendo “Maines”, lejos, eso sí, de la bahía de La Habana. Las batallas hoy se ganan con metralla financiera, que deja los estados sembrados de bombas antipersona; bombas de euros, en forma de mariposa –como las de verdad—, que explosionan cuando se tocan o se pisan. Eso está ocurriendo en los países rescatados, donde la mayoría de los ciudadanos se han convertido en minusválidos. El camión en Chipre cargado con 5.000 millones de euros forma parte de la gran partida de Monopoly gigante, y en vivo, que unos cuantos ludópatas diabólicos, borrachos de poder y de maldad, juegan al son del llanto de los desheredados. Lo del FMI y lo del BCE es una vergüenza que solo puede tener de su parte a los hombres de negro, auténticos psicópatas modernos, androides fabricados ad hoc para empobrecer a la sociedad y esclavizarla más fácilmente. Una franja de esta sociedad ni siquiera puede aspirar a ser esclava porque la maquinaria del sistema la arroja automáticamente al vertedero de desechos. Léase si no el informe FOESA que Cáritas presentó hace dos semanas, en el que se dice –con datos—que cada vez es mayor el número de personas bajo el umbral de la pobreza y en riesgo de exclusión social. Demoledor y deprimente, máxime cuando los políticos se manifiestan insensibles en lo tocante al dolor humano. A los políticos les interesan los números mucho más que las personas. Dentro de unos años, algunos se pondrán medallas por haber superado el bache económico, pero no hablarán ni una palabra para los muertos del camino o los que aún viven su duelo.
Los señores del Nuevo Orden Mundial quieren esclavos controlados, con el chip en el DNI –y pronto en el brazo—; ovejas dóciles so amenaza de ser sacadas del sistema, so pena de no existir. Para ello, aparte de manipularnos con falsas necesidades de productos de consumo, nada mejor que convertir a los ciudadanos de clase media en pobres de solemnidad, con una educación dirigida y una sanidad mermada. ¡Nada de medicamentos caros para los viejos o para los enfermos de sida! Esto ya es así en España, aunque no ha trascendido. Estamos imitando a los países laicistas, donde el ser humano vale en proporción directa a su utilidad. ¡Los viejos no sirven y los enfermos tampoco! Por ello, muchos políticos –y ya lo vamos viendo— suelen tener perfiles sociopáticos. Estudios sobre esto revelan que la política moderna premia los rasgos psicopáticos: falta de empatía, ambición, capacidad para tomar decisiones drásticas aunque perjudiquen a terceros, o estar dispuesto a hacer cualquier cosa por ascender.
Los dueños del mundo hace tiempo que persiguen controlar a la humanidad minimizando el poder de los estados y convirtiéndolos en una suerte de protectorados. De facto ya es así; y cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. Viene programado desde la cúspide de la pirámide iluminista.
Hemos resaltado en varias ocasiones la necesidad de una regeneración política y social, pero de raíz y en condiciones. Y no es tarea fácil, porque, ¿de quién tiene que partir el cambio moral? ¿De los presuntos –y no tan presuntos— corruptos del momento? ¿Se cesan ellos a sí mismos, o cómo? ¿Con las improvisadas leyes de transparencia, meros brindis al sol, redactadas por los propios implicados –aunque sea tangencialmente— en causas judiciales? ¿O lo dejamos en manos de esos asamblearios montoneros del escracher? Como el Gobierno no se ponga las pilas y aborde los asuntos que afectan directamente a la ciudadanía y se limiten a meros toques de maquillaje, a los de la Colau los tenemos en el Parlamento en menos que canta un gallo, que sumados a los del alcalde de Marinaleda y a los abertzales de Amaiur, dejarán a España que no la conocerá ni la madre que la dio a luz, y perdón por la gazmoñería.
La corrupción en España en estos momentos afecta a partidos políticos e instituciones, emborronando toda actividad política y social. La actualidad nos centra, grosso modo, en cuestiones de financiación y escuchas ilegales, cuentas en Suiza, comisiones, cobro de sobresueldos, liquidaciones de banqueros y estafas, que se sustancia en prevaricación, cohecho, malversación de fondos públicos, deslealtad en la gestión o falsificación en documento público. No es poco. Pero además, existe otro tipo de corrupción de la que no se habla. Me refiero a la que ejercen en el Parlamento Europeo los lobbistas, es decir, grupos de presión que compran voluntades para obtener la aprobación de leyes a la carta. Estos grupos están instalados en Bruselas. Hay lobbies de consumidores, que defienden al consumidor –con muy poco poder, todo hay que decirlo— y lobbies de la industria alimenticia, que son los que suelen llevarse el gato al agua. Ellos influyen manipulando a los parlamentarios o entregando cantidades de dinero a los que se dejan comprar. En la mayoría de los casos sale perdiendo el consumidor, y favorecidos los grandes gremios de la alimentación. El etiquetado o la exclusión de algún aditivo perjudicial para la salud, depende siempre de Bruselas y suele primar el factor economicista. Y lo mismo ocurre con los grandes emporios farmacéuticos. El abuso legal de las multinacionales del sector agrícola sobre los agricultores de todo el mundo, es posible gracias a la aprobación de leyes y normativas injustas, cuando no criminales, en detrimento de los consumidores y el medio ambiente. Energéticos, económicos, ecológicos… todo sector tiene sus lobbistas. Pero debo confesar que los que más me preocupan son los lobbies ideológicos. Son los más peligrosos porque inciden directamente en el ámbito moral, y más en concreto, en la descristianización del mundo a través de la imposición del laicismo radical. A la presión de estos lobbies se debe la exclusión de la Constitución Europea, de infausto recuerdo, de toda alusión al cristianismo.
También es corrupción que se le conceda a la Fundación Bill & Belinda Gates el Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional. Hay que reconocer que sí coopera. Por ejemplo, destinando miles de millones al control demógrafico, fabricando la píldora RU-486 (mefiprestona), denominada pesticida humano, que desprende el embrión implantado en el endometrio. Por si esto no fuera suficiente, la fundación de Gates está involucrada en negocios relacionados con transgénicos, para controlar la alimentación mundial, entre ellas las semillas Terminador. En algunos proyectos está asociado con Monsanto, Syngenta y Rockefeller, enemigos acérrimos de los pobres y del cristianismo. La fundación de Bill Gates dispone de un capital de 34.600 millones de dólares y tiene que gastar 1.500 millones al año en proyectos benéficos para mantener su condición de ¡libre de impuestos! Así se escribe la historia de los filántropos.
Esto es solo una pincelada de la realidad. El mapamundi, visto desde la perspectiva de la rosa de los vientos no es nada halagüeño, pero no quiero terminar el artículo sin dejar abierto un ventanal a la esperanza. La hay, y mucha. Vean si no. En una etapa como la actual, que adolece de líderes capaces y honrados, de una de las provincias españolas de ultramar surge el Papa Francisco; un Pontífice que desea una Iglesia pobre y para los pobres; que nos invita a no cansarnos de pedirle perdón a Dios; que nos pide oraciones; que quiere a los sacerdotes fuera de las sacristías, y que sean pastores con “olor a oveja”; un Papa que nos pide alegría y nos anima a no dejarnos robar la esperanza y a tomar la Cruz para vencer el mal. Y en eso estamos. ¡Ah!, y un papa que habla del Diablo, algo tan viejo y demodé, como sus zapatos, pero verdad de fe, y no como mera abstracción del mal o simple gárgola grotesca. Dejo tres preguntas latiendo en el ambiente: ¿Estará relacionada la acción del Maligno con la situación caótica mundial? ¿Estamos gobernados por psicópatas? ¿Ambas cosas?
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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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