Fermín Bocos – Pinta mal.


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

La imputación de la Infanta Cristina es un hecho relevante. Pese a ser una decisión específicamente judicial, tiene una indudable repercusión política. Afecta al crédito y a la imagen de la Monarquía. A reserva de lo que pueda sustanciar el tribunal que juzgue el «caso Noos», el daño que la imputación inflinge a la Casa Real, es considerable. No hay precedentes de un caso similar en la Historia de España. El asunto, no obstante, admite otras lecturas. La más inmediata permite afirmar que lo que la Casa Real pierde en imagen, lo gana la democracia. Como el propio Rey dijo en un premonitorio pasaje de su discurso de Navidad, va a ser verdad que todos los españoles somos iguales ante la Ley. No es poco. Mejor dicho: es mucho. Mucho en estos tiempos en los que apenas hay institución o partido político que no esté dañado o salpicado por asuntos relacionados con la corrupción.

La incógnita que late en este caso es si el daño irá más allá de lo que en puridad pueda afectar a las personas encausadas. A efectos institucionales, es decir, políticos, la suerte procesal de Iñaki Urdangarin o Diego Torres, es irrelevante. No es el caso de la Infanta. En términos de hipótesis, si el proceso concluyera en condena el daño para la imagen de la Casa Real sería poco menos que irreparable. Es probable que los cortesanos de guardia adujeran que en Holanda el Príncipe Bernardo, salpicado por un caso sobornos, perdió todos sus privilegios institucionales y el agua no se llevó los «polders», pero España no es Holanda. Aquí la Monarquía actual encarnada en la persona de don Juan Carlos tiene otro perfil y otras son sus raíces históricas más recientes.

Por concluir, el asunto es feo; pinta mal. La conducta del todavía Duque de Palma ha sido todo menos ejemplar. A juzgar por los indicios que el juez instructor encadena en su auto, Urdangarin se prevalió de la circunstancia familiar arrastrando a la Infanta. Pero ambos son adultos. De ahí su presunta responsabilidad en los hechos investigados. El mal ya está hecho y constituye un golpe muy duro para la imagen de una institución como la Monarquía que, según el decir de las últimas encuestas, está en sus horas más bajas. Imagino que el cabreo del Príncipe Felipe debe rozar la Estrastofera.

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