Andrés Aberasturi – ¿Pero quien paga en España?


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

Leo en un digital que Montoro, ministro de la cosa, se queja de que los periódicos que critican su gestión, su amnistía fiscal, sus medidas de ajuste, sean precisamente los que, al parecer, tienen grandes deudas con Hacienda; no pagan pero se permiten el lujo de criticar. O sea, que empezamos bien. Pero es que te das la vuelta y por lo oído -uno carece de esos datos tan íntimos- a los grandes clubes de fútbol les pasa lo mismo: deben a las administraciones un pastizal pero no pagan porque para eso son grandes clubes de fútbol y prefieren gastar sus dineros en estrellas que cumplir sus obligaciones con el país. A los ricos muy ricos, con nombres y apellidos, el tema ni les preocupa -no a todos, claro, siempre hay excepciones-: entre «sicavs», paraísos fiscales, ingeniería financiera y otras zarandajas, llegan estas fechas del IRPF ¡y la declaración les sale incluso a devolver¡ Con un par. Y más vale que no entremos en las cuentas de los sindicatos y los partidos porque el sonrojo sería aun mayor dada su responsabilidad. Baste con recordar que, tras la populista decisión de Griñán -asumida por el PSOE- de expropiar las casas vacías a las entidades financieras, estas le han advertido que el Gobierno que preside, la Junta, tiene una deuda pendiente con esos mismos bancos de no se cuantos millones y que las moratorias se van a terminar: tú me quitas los pisos pero antes me pagas lo que me debes.

En España el fraude fiscal clama al cielo. Y, para ser claros, hay dos tipos de fraudes: el que hace trampas directamente y se expone a que le pillen y el otro, más abundante en cantidad de millones, que se conoce todos los recovecos de la ley y los utiliza de forma que paga la mitad de la mitad de los que moralmente debería. Habría pues que empezar por reformar la Ley que ampara y permite esta inmoralidad y que causa estupor, cabreo y reacción en el infeliz asalariado que viendo lo que ve, si puede pagar sin IVA la factura del fontanero, lo hace porque sencillamente está harto de ser siempre la diana de la recaudación.

¿Quién paga en España? ¿A quién se le hacen investigaciones de los últimos cinco años? ¿Quién recibe las «paralelas» advirtiendo que se ha equivocado en mil euros así que ya los está pagando y encima con multa o recargo? Pues, para variar, la clase media, los que viven de un salario y los pequeños autónomos que trabajan seis meses para ellos y los otros seis para Hacienda. Me parece fantástica la idea de crear emprendedores, pero que se les diga la verdad, que se les diga que lo primero que tienen que hacer es ponerse en manos de un gestor y pagarle, claro, para llevar una contabilidad complicadísima y mantener una correspondencia con la administración central y autonómica que es un no parar y un no entender: libros, facturas, IVAS, resúmenes, pagos a la SS, declaraciones cada vez más complicadas hasta que terminas naufragando entre los modelos 303, 115, 347, 200, en su caso el 202 y naturalmente pasarte por el registro mercantil para legalizar el famoso libro y volverte a pasar para dar cuenta de tus cuentas. Todo esto de forma telemática y ay de ti si te olvidas.

Entre lo complicado que es todo, la poca seriedad de las Administraciones a la hora de pagar sus deuda, la dispersión de los beneficios, las grandes operaciones opacas y el conchabeo de partidos y gobiernos con la banca, rellenar tu humilde declaración del IRPF se convierte en una provocación que te pone al borde la pancarta y la insumisión. Pero en fin, hay que pagar y pagaremos para poder escribir estas cosas con la conciencia tranquila y moralmente legitimados.

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