Rosa Villacastín – «La hora violeta» de Sergio del Molino


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Pese a la crisis que atraviesa el mundo de la cultura, las ventas en Sant Jordi no se han resentido respecto al año anterior, lo que demuestra que en España la gente sigue leyendo pese a la crisis, sigue comprando libros, algunos de sus autores favoritos, otros de gente de la que ni siquiera ha oído hablar. Seguramente porque es el último de los reductos donde podemos refugiarnos, donde podemos soñar con un mundo diferente, donde podemos vivir, aunque sea por un corto espacio de tiempo las experiencias de personas que han sido creadas, inventadas, por autores de muy distinta trayectoria.

A mí, como a otros muchos me produce un enorme placer sumergirme en las librerías, modernas y antiguas, en busca de novedades que puedan enriquecer el mundo en que vivo. Una experiencia que me resulta gratificante por más que no siempre acierte en la elección. Aún así, reconozco que igual que tengo canciones que me han marcado, hay libros que me han permitido analizar emociones que no sabía como canalizar. De ahí que cuando hace unos días leí en «La Vanguardia» las declaraciones de Sergio del Molino, periodista de profesión, sobre el dolor que produce la muerte de un ser querido, y cómo debemos acercarnos a este sentimiento sin miedo, corrí en busca de su libro «La hora violeta». Me costó encontrarlo porque estaba recién salido de la imprenta, pero cuando lo tuve entre mis manos me fui a casa convencida de que me llevaba una pequeña joya, no solo porque Sergio haya abordado la muerte de Pablo, su hijo de 2 años, como lo hace -con sensibilidad, sin caer en el morbo, con realismo-, que también, sino por cómo afronta el dolor, la rabia, la desesperación, las largas noches y madrugadas de hospital, pendiente de todos y cada uno de los movimientos de su pequeño, pero sobre todo la delicadeza con que describe el final de la vida de su hijo, que apenas si ha tenido momentos de alegría, porque al poco de nacer ya la detectaron una leucemia muy agresiva.

En el libro Sergio no olvida tampoco el calvario de su mujer, ni el apoyo mutuo para enfrentarse a la experiencia más dura que puede vivir una pareja, la enfermedad y muerte de un hijo, de la que algunos salen con heridas que nunca llegan a cicatrizar, pero que en su caso les sirvió para unirles más, para fortalecerles en momentos en que el mundo se hundía a sus pies.

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