La semana política que empieza – El cuarto de hora de protagonismo de Rubalcaba.


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Todo el mundo tiene su cuarto de hora de protagonismo. Alfredo Pérez Rubalcaba ha tenido ya, durante bastantes años, mucho más que eso, y ahora las encuestas muestran un grado de hostilidad hacia él por parte de la ciudadanía que, al menos a mí, me parece que no es del todo justo. Y, en cualquier caso, aunque arrecien las presiones para que las primarias se adelanten y los nombres de sus posibles sucesores se hallen en plena circulación, el caso es que Rubalcaba está ahí: es el secretario general del segundo partido de España, el llamado líder de la oposición. Y a él le toca mover ficha cuando el contrincante está como absorto mirando al tablero, incapaz, a lo que parece, de planear una estrategia de victoria.

Lo malo es que no queda otro remedio que confiar en que, efectivamente, Rubalcaba presente este lunes algún plan concreto -concreto, don Alfredo- para reactivar la economía, crear empleo y ofrecer protección social, según prometió el viernes el propio líder socialista. Hasta ahora, es cierto, el PSOE ha presentado propuestas, pero ninguna demasiado tangible: reforma constitucional, sí, pero ¿qué artículos y títulos hay que tocar? Federalismo, de acuerdo, mas ¿cómo articularlo? Reforma fiscal, por supuesto, aunque ¿nos podrían detallar cómo? La pasada semana, Oscar López, el «número tres» del PSOE presentaba algunas interesantes propuestas para incentivar la hoy escasa democracia interna del partido; tuve ocasión de preguntarle por estas concreciones, y la verdad es que no supo responderme con la contundencia que yo hubiese deseado.

Bien, pues ya llegó el momento de Rubalcaba. No puede el principal partido de la oposición seguir escudándose en que hay que aguardar a la conferencia política que el PSOE ha convocado para este otoño, porque las estructuras se están resquebrajando. Creo que, una vez que nos vemos obligados a alejar nuestra esperanza en las medidas que puedan anunciar Mariano Rajoy y su equipo, tenemos que exigir a las otras fuerzas políticas que, con sacrificio, generosidad, valor e imaginación, pongan sobre el tapete soluciones o, al menos, iniciativas que, desde el lado del poder, no se puedan desechar sin más como «ocurrencias» o como inservibles. Rubalcaba tiene que acelerar las primarias para su sucesión -causan rubor los argumentos con los que algunos, instalados en las cercanías del poder actual del PP, tratan de descalificar a posibles sucesores; de Madina han llegado a decir…¡hasta que es filoetarra!-; tiene que desvelar ya en qué consiste el cambio radical que propone; y tiene que tender una mano sincera al Gobierno de Rajoy, de manera que de forma alguna pueda este rechazarla, so pena de perder toda la credibilidad que le queda.

Ambos, Rajoy y Rubalcaba, enzarzados en una pelea pretendidamente ideológica, tienen que entender que a la mayoría de los españoles nos importa un pimiento si gobierna la llamada derecha o la llamada izquierda; han de comprender que sus rostros, poco carismáticos, a muchos no les dicen nada, o, peor, les suscitan reacciones negativas; y que lo que quieren los españoles, los parados y los que conservan un trabajo, los asalariados mileuristas en precario y los pequeños empresarios que ven subir el nivel del mar a la altura de sus cuellos, son soluciones. No aguardar a que se pudran los problemas y pase el temporal, porque muchos marineros pueden perecer en él de aquí a ese 2016 en el que se cifra ahora el comienzo de la recuperación efectiva.

Rajoy dejó pasar el viernes una oportunidad de oro para salir y dar la sensación de que agarra al toro por los cuernos. Se lo dejó todo a la cuadrilla, que confesó no tener salidas a esa hecatombe que son seis millones doscientos mil parados. Cierto que pidió una comparecencia parlamentaria, pero esta se va a prolongar en el tiempo. Rubalcaba, en ese viernes de alarmas, prometió soluciones para hoy mismo: no se entiende que haya aguardado tanto, si es que realmente las tiene, para expresarlas. Bien venidas sean, en todo caso, si son acertadas o, al menos, debatibles por esta sociedad civil que sigue, equivocadamente en mi opinión, aguardándolo todo de sus representantes.

El caso es que, antes de irse -porque se está yendo-, Alfredo Pérez Rubalcaba tiene que dar un do de pecho que ponga en pie a todo el teatro. Comprendo, querido lector, que tenga usted dudas acerca de su capacidad para emocionar aún al respetable y ganarse este cuarto de hora de verdadero protagonismo, que es el que se consume en las grandes tareas. Yo también las tengo, pero ¿alguien sugiere algo mejor?

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