Hay quien dice sarcástico que más que una visita oficial, es una ‘peregrinación piadosa’.
Peregrinación, porque es un viaje obligado buscando la salvación. Piadosa, porque da la impresión de que los mandatarios europeos que se acercan a ver a Ángela Merkel lo hacen casi de rodillas.
Enrico Letta, que la víspera había pronunciado un bello discurso en la Cámara de Diputados, donde anunció la supresión del impuesto sobre la vivienda habitual, como querían las huestes de Berlusconi, y clamó a favor de reactivar la economía y dejarse de austeridades, como pide el centroizquierda italiano, llegaba a Berlín farruco.
Después de la reunión con la canciller, en la rueda de prensa conjunta, no se le vio ya tan fiero.
Cuando la alemana, que para estas cosas se las pinta sola, tras felicitarle por su elección y enviar sus respetos al presidente Napolitano por haber logrado sortear una difícil coyuntura política, enfatizó que la “consolidación fiscal es clave” y que cada uno de los países ”tiene que hacer sus deberes», al bueno de Letta se le puso color de hormiga.
Merkel recitó a renglón seguido el mantra de que Europa “tiene que salir de la crisis más fuerte de cómo entro” y todos sonrieron, pero el juego está claro.
Letta, como le ha pasado a Hollande y demuestra Rajoy, ya sabe quien manda en la UE.