Carlos Carnicero – Vivir fuera del euro.


MADRID, 05 (OTR/PRESS)

Se ha establecido como una verdad indiscutible que no hay vida al margen del Euro. Ese dogma es el que ha permitido a Alemania establecer un mando único imponiendo cada una de sus tesis económicas al resto de los países. Ya no se trata solo del sur y de una parte significativa del este, quienes discrepan y sufren las directrices alemanas. Francia está en el ojo del huracán económico y social. Paro creciente, dificultades económicas y caída en picado de la popularidad del presidente François Hollande, víctima de las decisiones alemanas y de la autoridad como dogma.

La noticia de las últimas horas es la ruptura del eje franco alemán que ha sido fundamental en el proceso de construcción de la Unión Europea.

Los socialistas franceses no parecen estar resignados a ser los seguidores incondicionales de Angela Merkel. Y elaboran documentos de exigencia para un cambio rápido de la política de austeridad.

Si durante los primeros años de la crisis, el sur de Europa era demonizado por los socios europeos del norte, ahora el problema no somos «los vagos e irresponsables del sur» El cáncer se ha extendido. Las dimensiones demográficas y económicas de Francia, Italia y España no son una broma. Y no es aceptable que estos países se resignen a los dictados alemanes.

Si la Unión Europea fue el sueño de la igualdad y la homologación en derechos y deberes de todos los ciudadanos que la componían, ese paradigma ha saltado por los aires. No se ve en el horizonte que esos anhelos sean posibles.

La realidad ha sido una moneda única con criterios de uso desigual. Y si es cierto que el euro permitió el despegue económico de los países más pobres, esa dinámica ha durado poco. Ha permitido construir burbujas financieras e inmobiliarias de las que se han beneficiado las clases dirigentes.

Ahora la pobreza se extiende por muchos países europeos. El populismo y la falta de recetas creíbles lanza partidas de corte fascista como en Italia y antieuropeos en muchos países.

Las elecciones europeas van a ser una prueba de fuego para los países tradicionales. Auge de los partidos xenófobos y ultraconservadores. Y aparición de nuevas formaciones populistas.

El declive europeo se aparece como una realidad imparable en un horizonte de varios años sin crecimiento económico.

Hay vida después del Euro aunque esté lejos del sueño que acariciamos. Pero la recuperación de soberanía sobre políticas monetarias, la separación de nuestros intereses del dominio alemán puede ser un acicate para que nos pongamos a trabajar en ese nuevo escenario que parece inevitable.

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