La semana política que empieza – Ahora sí que se la juega Rajoy.


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

En la planta «noble» de la sede de la calle Génova, donde se libran tantas batallas internas y externas desde, entre, para, por, cabe, con, contra el Partido Popular, lo saben y lo dicen, lejos, claro, de los micrófonos. Y no lo dicen de ninguna manera, pero vaya si lo saben, las gentes que pueblan los despachos en La Moncloa. Mariano Rajoy, y, claro, todos ellos, y, por supuesto, todos nosotros, se la juega/nos la jugamos cada vez más en cada nuevo envite. Y el del miércoles es de órdago, aunque ¿cree usted que verdaderamente sabrá el presidente agarrar al toro por los cuernos, presentar al país (y a la oposición, para buscar su consenso) una batería de medidas verdaderamente regeneradoras, valientes, creíbles, útiles, generosas?

Yo, la verdad, ya no me atrevo a apostar por nada. Ni por nadie. Algunas veces he escrito que aún me queda un rastro de confianza en Rajoy (y en Pérez-Rubalcaba), tal vez por entender que no queda más remedio que seguir confiando en quienes llevan el timón, sea desde el Gobierno, sea desde la leal oposición. Pero el crédito, como es natural, se agota, y no creo que Rajoy pueda aparecer el miércoles ante el Parlamento, tras sus demasiado largos silencios, tras su excesivamente dilatado «dolce far casi niente», dándonos más de lo mismo, hablando de cambios lampedusianos, modificaciones que impiden el Gran Cambio, la gran transformación, la enorme regeneración sin los cuales nos estamos asfixiando.

Muchos de los presidentes del Gobierno a los que he conocido me reprocharon que los periodistas exigimos unos tiempos demasiado apresurados. Una vez, perdón por desvelarlo, también me lo dijo el Rey. Pero ahora ha sido el propio Monarca quien, una vez más -lo hace al menos una vez al año, en su mensaje del 24 de diciembre-, ha urgido al pacto, a tomarse esto en serio, a buscar el acuerdo por el empleo, que es como decir el acuerdo para cambiar muchas cosas que evidentemente no funcionan. Ya no es tiempo, ni periodística, ni política, ni socialmente, de esperar más, se pongan como se pongan los que en Moncloa aplauden los «timings» modelo puente festivo.

Pienso que no podrán ir Rajoy y Rubalcaba al atril del Congreso de los Diputados a hablar -también otra vez- de sus mutuos deseos de pacto, culpando al otro de, en verdad, no querer el acercamiento. Basta ya de eso: las encuestas, como la del CIS del pasado viernes, deberían hacerles reflexionar. Como, parece, ha reflexionado el propio jefe del Estado. Esto no puede seguir así, ni se puede defraudar al Parlamento, que en teoría nos representa a todos los españoles, con nuevas vaguedades, con más previsiones engañosas, con nuevas medidas anunciadas y no cumplidas, con, en resumen, más de lo mismo.

Quizá, me parece advertirlo, la pelota esté aún más en el tejado de Rubalcaba que en el de Rajoy, que este lunes recibe en Moncloa a Enrico Letta, el nuevo mandatario italiano que ha sabido propiciar un pacto -aunque sea poco estable- entre los dos alborotados bloques políticos de su país. ¿Será posible que en la Italia de Berlusconi y Grillo se salga del atolladero y aquí no?

Al líder del PSOE, que está ya claramente de retirada, le corresponde ofrecer antes la mano generosa y sincera, aunque se abrase -ya qué más da- en las tormentas de su propio partido, en el que es él, Rubalcaba, quien tiene más sentido del Estado. Si luego Rajoy y el también alborotado -aquí todo el mundo lo está- PP no quieren tomar esa mano, allá ellos con sus responsabilidades.

Y lo mismo digo con los sindicalistas, con la patronal, con los colectivos profesionales, con los autónomos, con los nacionalistas y hasta con los dos partidos emergentes, IU y UPyD, a los que, no sé muy bien por qué, todos pretenden olvidar a la hora de forjar ese gran pacto nacional que abarca lo político, lo social, lo autonómico y, por tanto, lo económico. Ya va siendo hora de involucrar a la sociedad civil, a los emprendedores -palabra universalizada y moneda corriente que da la impresión de que no gusta demasiado ni a PP, ni al PSOE, ni a IU, ni a los sindicatos-, a los mileuristas y a los parados esos a los que nunca dan la mano los políticos y los representantes institucionales, en la tarea de la regeneración. En la recuperación del orgullo de la «marca España», que es algo que se logra haciendo mucho más, mucho más barato, sencillo y productivo, que enviar el «Juan Sebastián Elcano» a Miami.

El miércoles, en el Congreso, a las nueve en punto de la mañana, empezaremos a tener una impresión clara de por dónde van a irnos las cosas: puede que Rajoy, a mi modo de ver desacertadamente, insista en que tiene toda la razón, en que no se equivoca en nada -se lo dijo, pero con la boca muy pequeña y queriendo significar otra cosa, Esperanza Aguirre- y en que tiene mayoría absoluta para hacer -lo-que-le-dé-la-gana. Y puede que Rubalcaba, errando por completo en mi opinión, le responda con un «váyase, señor Rajoy», que nada soluciona excepto que el líder de la oposición pueda sacar pecho ante los suyos. O puede que ese camino desastroso esta vez no se tome y se prefieran otros derroteros más fecundos. Pues eso: usted, querido lector, ¿por qué apuesta?

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