Andrés Aberasturi – Caminar juntos.


MADRID, 6 (OTR/PRESS)

Que estamos, como decía el CIS, entre el muy mal y el mal, se hace cada vez más evidente. Que el presidente que prometió bajar los impuestos, don Mariano Rajoy, los haya subido nada menos que 30 veces en 16 meses, no resulta tranquilizador ni fiable. El asegura que, de no haberlo hecho, ahora estaríamos rescatados, pero como no hay pruebas que avalen sus palabras, no me siento en la obligación de creerle. Es verdad que la irresistible ascensión de la prima de riesgo y los intereses de nuestra deuda han bajado considerablemente, pero ese tanto se lo apuntan todos: el Gobierno por su política y Bruselas por las compras masivas del Banco Europeo. Lo que ya parece claro es que más impuestos no se pueden aguantar y que, pese a todo, los resultados a la hora de recaudar no han sido los esperados y se ha metido la pata en muchas cosas, valga como ejemplo la subida del IVA en cultura -que era y es absurda- y el desalentador futuro -si es que aun hay futuro- para la Ley de Dependencia.

Y llega el PSOE y Rubalcaba presenta todo un plan de medidas para salvar in extremis la crítica situación de la economía española y el drama personal de seis millones de parados. Uno lee el «plan de choque» del líder socialista y no suena nada mal. El problema, como siempre, llega después de la ilusión de la primer vistazo: ¿De dónde se saca todo ese dinero? ¿En qué cajón guardan los ayuntamientos, endeudados hasta las cejas, lo que Rubalcaba les pide? ¿Y las autonomías, que sieguen sin cumplir -no todas- los topes marcados? ¿Y para qué sirve un Gobierno -y de dónde saca el dinero- para ayudar a todas las empresas en dificultades subsidiando la mitad de un puesto de trabajo? Si es que, además, Bruselas ya le ha dicho que el dinero que se da para una cosa, no se puede emplear en otra. Es verdad que Alemania hizo algo parecido y le salió bien, pero España, ay, no es Alemania.

Pero de todas formas no está nada mal que, posible o utópico, el PSOE ofrezca alternativas concretas y sería un enorme error del Gobierno negarse al menos a discutir esos puntos porque tal vez de la discusión salgan acuerdos intermedios, medidas posibles y consensuadas que no van a ser la varita mágica que lo solucione todo, pero si un bálsamo que calme al menos tanta sangría. Es necesario hablar, discutir, no cerrar puertas a nadie y si el Rey puede, quiere o debe intentar pilotar o potenciar esos encuentros, lo absurdo es ponerle la proa directamente y hacer de una iniciativa bienintencionada, una polémica estéril. A mí me da igual quién reúna a las partes, lo que quiero es que se reúnan y que lo hagan sin apriorismos porque si ante los planes que pueda presentar el PSOE el PP ya dice que son hipócritas, pues no vamos a ninguna parte.

Pero está claro que si todos arriman el hombro un poco, si los empresarios que ganan renuncian a parte de sus beneficios, si los sindicatos «enfrían» la calle y pactan con flexibilidad según las posibilidades de cada empresa, si el PSOE asume sus errores pasados y quiere hacer borrón y cuenta nueva y si el Gobierno reconoce sus errores presentes y es capaz de corregirlos, entonces, y sólo entonces, nos habremos puesto a caminar todos por la misma acera. Y eso no va a acabar con el paro de la noche a la mañana, ni puestos de acuerdo un lunes la crisis va a terminar el martes: no hay milagros. Lo que hay es la necesidad de hacer un diagnostico claro, aceptar soluciones pensando en España y no en el partido y buscar aliados en el Sur para que Bruselas se de cuenta de que el sacrificio puro y duro no lleva a ninguna parte, en todo caso sólo a la derrota final de todos.

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