MADRID, 12 (OTR/PRESS)
Todavía hay palabras que generan esperanza en la política española. Tienen un componente más mágico que real porque servirían para recuperar algo de confianza en los gestores y dirigentes públicos. Labor que se considera imposible.
«Consenso», «pacto» o «acuerdo» son propuestas recurrentes como deseos manifestados en las encuestas de opinión pública.
En la última, realizada por el diario El País, más de un setenta por ciento de los consultados se manifiestan a favor de un pacto entre los grandes partidos para salir de la crisis.
Con la misma reiteración que aparecen esos deseos, la realidad los tumba. No hay nada que pactar entre el Gobierno y el PSOE y tampoco se atisba ninguna posibilidad de acuerdo con los sindicatos.
En los últimos días, la Comunidad de Madrid ha despedido a cerca se setecientos médicos, la mayoría profesionales experimentados y especialistas de mucha experiencia. Los modos no han sido los mejores: un telegrama les conminaba a ponerse en contacto urgente con la dirección de recursos humanos que les establecía un calendario inmediato para agotar sus vacaciones como preludio de su despedida. ¿Clima para un pacto?
No hay medidas concretas para reactivar ni el empleo ni el crédito. No hay disposición alguna de la más leve modificación de una política económica que sigue su escalada de desempleo y que no pone en cuestión una reforma laboral que sigue enviando a ciudadanos fuera del mercado laboral.
El PSOE sigue su descenso en las encuestas y no encuentra espacio para sacar músculo: no parece ser un socio deseable para sacar al Gobierno de su aislamiento y desgaste.
El único pacto razonable sería con la abstracción que conocemos como «la calle». Un pacto directo con la ciudadanía que no puede más, que manifiesta su desapego con todas las instituciones. Un pacto de reparto equitativo de las cargas de la crisis.
Pedir algo de esto al Partido Popular es como esperar que lluevan billetes de quinientos euros.
Toda la esperanza de Mariano Rajoy se basa en aguantar hasta los umbrales del 2015 y que un milagro permita una reactivación de la economía suficiente para encarar las elecciones generales.
En medio estarán las elecciones europeas. Se espera una fuga enorme de votos de las tuberías de los partidos tradicionales para escenificar el descontento en apuestas simbólicas o populistas. Será un palo enorme para los partidos establecidos. Rajoy no tiene ninguna intención de enfrentarse a los designios de Merkel. Su posición es la de primer tiempo del saludo. Y además lo ha confesado: «No cumple sus promesas porque está decidido a cumplir con su deber». ¡Que Dios nos asista!