Sin etiqueta – Muñoz literato


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Si la FAO considera que los insectos son comida quizá también estime que el libro de Julián Muñoz es literatura, y de la buena. El que fuera todopoderoso delfín de Gil, (que era en sí mismo cetáceo), escribe en defensa propia y contra la que fue su novia. Hay cosas que no deberían contarse nunca pero Muñoz carece del mínimo sentido del pudor, para los que se asoman al libro una advertencia inicial: el autor asegura haber escrito «a calzón quitado». Nos podía haber ahorrado la visión de Muñoz ante el ordenador con slip y camiseta imperio, pero se hace necesario tener una visión global para conocer mejor el relato.

Hubo un tiempo no tan lejano en el que Marbella fue el centro de reunión de los nietos de El Tempranillo, y al calor de la corrupción rampante el GIL fue capaz de cosechar mayorías absolutas. Pero todo robo suele tener sus fallos y los viejos compinches empezaron a recelar unos de otros hasta que levantaron la manta y se montó la de San Quintín en el Ayuntamiento. El mas torpe fue Julián Muñoz porque mientras otros huían, caso de Carlos Fernández que pasó de ser teniente de alcalde por el Partido Andalucista a prófugo por la gracia de Dios, Muñoz estaba en hacer manitas con la Pantoja por cuantas carretas vieron por El Rocío. Muñoz ya no era alcalde pero sí tortolito y hacía el ridículo por las aceras repartiendo manotazos a los reporteros que les hacían fotos. En una de aquellas acciones se peleó con una reportera y dijo algo espectacular: «ahora mismo le confisco a usted el micrófono y lo dejo depositado en esta pizzería». Allí quedó.

El libro son las memorias de un cornudo resentido que prueba a tocar la fibra sensible con momentos cómicos, «entre nosotros había una alta carga erótica sentimental pero mas sentimental que erótica», o cuándo dice lleno de poesía mediterránea que Isabel olía a hembra. Solo con imaginar diálogos de parejita entre estos dos se le quitan a uno las ganas de seguir leyendo. Sabido es que el desamor provoca letras mas hermosas que estos diálogos de besugos acaramelados que entrelazan sus manos frente a la chimenea, (aunque sea el mes de agosto).

Muñoz pudo ser el delegado de Jesús Gil en la tierra pero le faltó maldad y le sobró ñoñería. Isabel Pantoja le condenó antes que el tribunal: le dejó en la calle tirado a los pies de sus fans. Ahora el morbo está en ver cuántos le piden a Isabel que les firme el libro, la gente en asuntos de pareja suelen meter mucho la pata. Quizá con este libro no gane dinero, fama ya tiene de sobra, pero sí que es firme candidato al Premio Garrapata, uno de esos que otorga la FAO.

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