Clonación y otros experimentos con embriones: ¿Progreso o aberración científica?


El término tan conocido “Cultura de la Muerte” fue acuñado por el papa Juan Pablo II en su encíclica El Evangelio de la Vida el 25 de marzo de 1995. “Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico, surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito y –podría decirse—aún más inicuo, ocasionando ulteriores y graves preocupaciones: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias”, dice el Santo Padre.

Decir que en estos momentos vivimos bajo la dictadura del egoísmo y el individualismo es una obviedad. La cultura de la muerte impera hoy en nuestra sociedad sin que apenas nos demos cuenta. Sus promotores actuales, siguiendo las mismas tácticas que ya utilizaron los del siglo XVIII, nos han acostumbrado a ver normal lo que no lo es. El uso de la libertad perversa a la que aludía Juan Pablo II, nos está llevando a grados de insensibilidad catalogables casi como enfermizos. El ser humano está corriendo el peligro de animalizarse y convertirse en otra cosa. Nuestra falta de empatía ya la podemos ver reflejada en el grado de aceptación de tendencias contra natura o en comportamientos completamente alejados de la naturaleza del hombre. El egoísmo imperante en la sociedad actual nos lleva a un individualismo hedonista feroz donde impera el aquí y el ahora, como si no tuviésemos ninguna perspectiva de futuro. El culto al placer, al ocio, a lo banal y a la superficialidad es la razón de vivir de muchos seres humanos. Todo ello lleva a la anestesia general y a la Cultura de la Muerte.

La Cultura de la Muerte tiene varios ejes: eutanasia, aborto y todo lo relacionado con el sexo libre y desordenado, la manipulación de embriones (para cualquier uso), y la clonación. La capacidad de diagnosticar genes no deseados en el embrión ha dado paso a un nuevo tipo de eugenesia: la neoeugenesia o eugenesia liberal. La diferencia con la eugenesia darvinista radica en que mientras esta se practica con seres nacidos, aquella se realiza con embriones. El gran defensor de la neoeugenesia es el filósofo británico, profesor de la Universidad de Columbia, N.Y., Philip Kitcher. Resulta penoso comprobar la decadencia de la profesión médica y que sean los llamados doctores y científicos los adalides de este ejército de guerreros contra la vida.

El fin de la eugenesia es planificar los nacimientos para que solo nazcan los superiores y se eliminen los inferiores. ¿Qué es ser inferior o superior? ¿Con relación a qué materia? Esta ambigüedad permite a los impulsores de las teorías eugenésicas y demográficas, determinar quiénes viven y quiénes no. Por si acaso, no conviene olvidarnos de los nazis. La socióloga norteamericana Bárbara Katz Rothman nos alerta con estas palabras: “La historia nos ha enseñado qué ocurre cuando la gente se clasifica en mejor o peor, superior o inferior, digna de vivir o no”, y alude a los barcos de esclavos, gas letal o crematorios de nuestra historia reciente.

Los Mengueles nazis hubieran sido felices hoy, pudiendo manipular embriones a su antojo, amparados en la legalidad. La manipulación de embriones para la fecundación in vitro (FIVET), bien para implantar a la madre o para cualquier otro fin, es un acto inmoral, sobre todo, por sus consecuencias ya que es necesario fecundar varios embriones y destruir el resto. Estamos hablando de la elección de un ser humano y de la condena del resto. Estamos hablando de elegir al mejor, al que más se ajuste a nuestra conveniencia, y de destruir a los inferiores.

La fecundación de embriones in vitro también se realiza para experimentos de laboratorio. Manipular el patrimonio cromosómico y genético es otra inmoralidad, aunque se presente con el disfraz de terapéutico, es decir, para investigar el origen de determinadas enfermedades hereditarias, y curarlas. En el supuesto de que fuera así, es pagar un precio demasiado alto. Quienes defendemos la vida, defendemos también la dignidad de las personas cualquiera que sea su estadio de vida, y no consideramos ético utilizar a unos seres humanos para curar a otros, porque, cada individuo tiene un valor absoluto per se. Experimentar con un embrión es cosificar al ser humano privándole de su categoría de persona, y más que un avance científico estamos hablando de un retroceso moral que cosifica a la persona y la desprovee de su dignidad. Cuando se habla de los “bebés medicamento”, que nacen para curar a otros, o los que nacen libres de una tara genética mediante genotipado, que tanto se jalean en la prensa progre, no se explican los daños colaterales. Para este tipo de operaciones, primero hay que someter a la mujer a un tratamiento de fertilidad. Después se fertilizan varios óvulos. Cuando estos tienen ocho células (a los tres días) se interrumpe su desarrollo natural. Después, mediante biopsias y análisis de ADN se descartan los que no son compatibles con el receptor, y el que sí es, se implanta en el útero de la madre. A los “sobrantes” se los sacrifica. Cuando el niño nace se le extrae la sangre del cordón umbilical para después obtener las células madre para, supuestamente, curar al hermanito. En estos casos no se sabe con seguridad si se conseguirán los objetivos; se habla de altas posibilidades pero no de certezas. Ojalá la ciencia avance por otros derroteros sin menoscabar la dignidad de los seres humanos.

CLONACIÓN

Los embriones obtenidos in vitro también se están utilizando para ensayos de clonación. De vez en cuando las agencias nos sobresaltan con noticias sobre hibridación entre seres humanos y vacas o cerdos. A este respecto el documento Donum Vitae se expresa en estos términos: “Las técnicas de fecundación in vitro pueden hacer posibles otras formas de manipulación biológica o genética de embriones humanos, como los intentos y proyectos de fecundación entre gametos humanos y animales; la gestación de embriones humanos en úteros de animales; y la hipótesis y el proyecto de construcción de úteros artificiales para el embrión humano. Estos procedimientos son contrarios a la dignidad del ser humano propia del embrión y, al mismo tiempo, lesionan el derecho de la persona a ser concebida y a nacer en el matrimonio y del matrimonio. También los intentos y las hipótesis de obtener un ser humano sin conexión alguna con la sexualidad mediante ´fisión gemelar`, clonación o partenogénesis, deben ser considerados contrarios a la moral en cuanto que están en contraste con la dignidad tanto de la procreación humana como de la unión conyugal”. La conservación de embriones congelados también es una ofensa a la dignidad humana porque se les expone a riesgos de muerte y lesiones, y se les priva además de tener un periodo de gestación normal.

Estos días, las campanas mediáticas repican la noticia del experimento de la Universidad de Oregón. Un equipo científico ha conseguido clonar células madre. “Un auténtico hito en el campo de la medicina regenerativa” o “La técnica de la oveja Dolly ya funciona en seres humanos” son los titulares de los grandes medios de comunicación invitándonos a todos a participar de la fiesta; fiesta que para los defensores del orden divino es día de duelo y luto, por la muerte de la dignidad de la ciencia.

La clonación se efectúa por transferencia nuclear, es decir, “tomando un óvulo, sacándole su núcleo y reemplazándolo con un núcleo de una célula somática, es decir, con un núcleo que contiene 23 pares de cromosomas. La célula resultante de la primera etapa de un clon es un cigoto. Como se puede ver, la clonación evita la reproducción sexual e inyecta directamente un núcleo somático dentro del óvulo, sin necesidad del espermatozoide”. (Padre Alfred Cioffi, Clonación humana: ¿reproductiva o terapéutica?, Boletín electrónico de VHI, 26 de marzo de 2002, vol. 5, número 15. El padre Alfred Cioffi es doctor en Teología moral y en Genética).

Con el fin de calmar los ánimos de los disidentes, enseguida han aclarado que la intención no es la clonación humana. En efecto, existe una distinción entre clonación terapéutica y reproductiva. En la clonación reproductiva, una vez extraído el núcleo del óvulo y reemplazado con otro núcleo somático dando como resultado el cigoto, este se implanta en la matriz de la mujer y se desarrollará como un bebé normal. En la clonación terapéutica, al cigoto se le mantiene en una caja de Petri y se le deja crecer hasta la etapa de blastocisto (de una a dos semanas). Después es desmembrado para obtener sus células madre. Aunque la clonación reproductiva puede parecer menos agresiva físicamente, es moralmente inaceptable, ya que, como hemos manifestado, es atentar contra la dignidad de la persona. Es privar al nuevo ser humano de la genética de un padre y convertir al nuevo ser en hermano gemelo de la madre.

España realiza investigaciones con embriones. La Ley Española de Investigación Biomédica autoriza incluso la clonación. Sin embargo, la ONU aprobó, no hace mucho, una declaración no vinculante que prohíbe todo tipo de clonación, incluso las realizadas con fines biomédicos.

La investigación con células madre procedentes de embriones, aparte de una inmoralidad, ha resultado un fracaso. Sí han tenido éxito, en cambio, las realizadas con tejidos humanos adultos y con células procedentes del cordón umbilical o de la placenta.

Una de las estrategias que los promotores de estas técnicas ponen en práctica consiste en tildar a quienes están en contra, de enemigos de los avances científicos y de retrógrados. Así que, ¡estamos preparados!

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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