Francisco Muro de Iscar – Guerras que no importan a nadie.


MADRID, 26 (OTR/PRESS)

Acabo de ver en el precioso Teatro Juan Bravo de Segovia a la deslumbrante Carmen Macchi en «Juicio a una zorra», un monólogo que cuenta la historia de Helena, la mujer que sirvió de pretexto para desencadenar la guerra de Troya. Una vez escuché decir que los hombres se mueven por cuatro intereses: el poder, el dinero, el sexo o la religión. Casi siempre se mezclan varios de esos factores. En la fantástica interpretación de Macchi están el poder, el sexo y la religión.

Tantos siglos después, no hemos cambiado nada. En las historias de corrupción, de odio, de ambición de nuestros tiempos, esos cuatro factores siguen presentes. La ambición por poseer lo que no nos podremos llevar cuando muramos o el deseo de someter y dominar al enemigo, al contrario, al hombre o a la mujer del otro, la religión mal entendida siguen moviendo el mundo.

Gay Talese, el viejo periodista y escritor norteamericano, dice con razón que «gastamos millones en defensa en vez de conocer al enemigo». Lo mismo sucede en política, donde algunos hacen lo que sea para aniquilar al adversario en lugar de sentarse con él para tratar de entenderse y construir juntos una sociedad mejor.

Helena de Troya fue una excusa para resolver el odio entre dos pueblos. Hoy se utilizan otras, pero todo es igual. Esta sociedad moderna, democrática, tecnológicamente avanzada, de los derechos humanos -¿o no son más que palabras?- sigue resolviendo muchos conflictos mediante guerras terribles donde siempre mueren más inocentes que culpables y donde la vida no vale nada. Hay Gobiernos «democráticos» que siguen aprovechando las guerras para extender su poder o para debilitar el de otros y muchas sociedades occidentales, muchos movimientos sociales, muchos partidos políticos que sólo se manifiestan cuando buscan dañar a otros, sacar réditos inmediatos, ganar poder.

Ahora mismo, la sociedad internacional que se movilizó masivamente por la guerra de Irak -¿contra la guerra, contra los intereses económicos, contra el dictador, contra la represión, contra la muerte de los inocentes, contra Bush, contra Aznar, contra Blair?- y los grandes países que entonces intervinieron -¿a favor del pueblo iraní o por los intereses económicos del petróleo?- guardan un silencio culpable, doloso, -unos y otros- ante la terrible guerra de Siria donde ya ha habido más de 70.000 víctimas inocentes.

También callan ante la tragedia de Afganistán, con cerca de dos millones de muertos, de Palestina, de Congo, de Sudán, de Malí, de Pakistán, de Malasia… Callan, o son cómplices por intereses comerciales, ante las dictaduras que impiden la libertad de los ciudadanos -Cuba, China, Guinea, algunos países árabes*- o ante gobiernos democráticos que, como México no afrontan decididamente la lucha contra el narcotráfico, con más de 60.000 víctimas…

En 2013 seguimos igual que en los tiempos de Helena de Troya, solucionando por la violencia lo que provoca el sexo, el dinero, el poder o la religión mal entendida y que no somos capaces de solucionar por el diálogo, la solidaridad y la justicia.

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