MADRID, 29 (OTR/PRESS)
El país está que se desgarra, casi de manera literal si lo consideramos desde un punto de vista territorial; se hacen interminables los debate estériles sobre lo que hay que reformar, sobre lo que hay que acordar, sobre las pensiones, las jubilaciones, la educación, la sanidad… Y, sin embargo, la gran polémica nacional gira en torno a dos, perdóneme el amable y benévolo lector, auténticas gilipolleces: que si en los futuros -y tan futuros- locales de Adelson, Eurovegas, se permitirá fumar y que si Sus Señorías los diputados podrán beber un gin-tonic algo más barato que la mayoría del resto de los mortales.
Mire usted: cuando en una enorme cantidad de locales los clientes-de-toda-la-vida fuman ya clandestinamente en la parte de atrás -esto a veces parece la ley seca–, cuando aquellas obras a las que se obligó a los hosteleros para separar a fumadores y no fumadores no sirvieron para nada, cuando ayer, sin ir más lejos, mi vecino en los toros me ahumó con su puro castizo, y olé, que nadie se me rasgue las vestiduras porque en el imperio Adelson, si es que tal imperio llega a hacerse ladrillo alguna vez, no vaya a regir la ley antitabaco. Deróguese de una vez la ley, encarézcase el tabaco para dificultar que la gente fume, asegurése que quien no lo desee no reciba el humo de los cigarrillos y que cada cual se preocupe por su salud en su paz y en su libertad. Que más valdría que nuestros celadores se preocupasen más por otras cosas. Y que ya está bien de prohibiciones.
Y luego está lo de los gin-tonics a tres cincuenta. Otra bobada, con perdón. En un Parlamento que, simplemente, no funciona, atenazado por un reglamento obsoleto, por las vacaciones laaaargas de maestro de escuela, por la levedad de no pocas Señorías sometidas al «diktat» de la dirección de su grupo; en un Parlamento al que llegan alarmantemente pocas leyes; en un Parlamento donde cabe el Senado sesteante que tenemos, en ese Parlamento precisamente montar un escándalo porque la Cámara subvencione (algo) el café con porras, el pincho de tortilla o el gin-tonic -que sí, que es alcohol: ¿y qué?- de los parlamentarios, es como escandalizarse de que un pasajero gastase excesiva agua en la ducha mientras el Titanic se hundía.
Somos las gentes hispánicas muy dadas a tomar el rábano por las hojas, a clamar por la igualdad en las pequeñas cosas olvidando las grandes, a protestar por lo mínimo tragando cuanto haya que tragar en lo máximo. Pues ¿no está ahí otra de las ocurrencias del ministro Gallardón, que quiere poner una especie de mordaza a la prensa en beneficio -dice- del poder judicial y aquí nadie ha levantado un dedo en defensa de la libertad de expresión? Pues ¿no nos están inseminando la inseguridad jurídica a base de marearnos con cifras y declaraciones contradictorias y aquí todos como pasando muy mucho? Pues eso: vayamos a lo importante y no nos fijemos solamente en lo accesorio, en los fuegos de artificio. Y a mí, déjenme, por favor, fumarme un purito de cuando en cuando, eso sí, sin molestar, y no se me escandalicen si de vez en vez me tomo un gin-tonic…aunque sea en el bar del Congreso de los Diputados.