MADRID, 01 (OTR/PRESS)
La guerra contra el tabaco tenía dos premisas. La primera, el establecimiento irrefutable de que el tabaco es una droga que crea adicción y mata. Y, segunda, que incrementa el gasto médico al deteriorar gravemente la salud de quienes lo consumen.
Las sucesivas prohibiciones de fumar en espacio público se adoptaron desde la primacía de la salud para todos, incluidos quienes eran «fumadores pasivos», sobre cualquier otra consideración de índole socioeconómica. Y hasta que apareció el magnate de Eurovegas, Adelson, en España, nadie podía imaginar que las imposiciones de un proyecto de juego pudiera retrotraer a una situación de permisividad con el consumo de tabaco en lugares públicos.
Después de la reciente visita al Palacio de La Moncloa del impulsor de Eurovegas, ya se ha establecido el convencimiento de que el Gobierno de Mariano Rajoy cambiará la legislación para permitir fumar en los casinos que se instalarán en Madrid. Y la explicación formulada por los portavoces gubernamentales es muy sencilla. Estamos en crisis, Eurovegas generará empleo y para ello se permitirá fumar en sus instalaciones.
No tiene valor la salud de los fumadores ni el gasto que generarán sus enfermedades. No se protegerá la salud de los trabajadores de esta empresa que aspirarán durante su jornada laboral el humo de los ludópatas.
Pero esta legislación excepcional plantea la cuestión de si será extensiva a todos los sectores en crisis donde la permisividad con el tabaco pueda generar puestos de trabajo.
El bar, el Pub, el club y las discotecas pueden alegar que la prohibición del tabaco ha tenido que ver con su declive y con la destrucción de miles de puestos de trabajo. ¿Se tendrá en cuenta el mismo argumento de que merece la pena sacrificar el objetivo de salud para generar empleos?
La conducta del Gobierno con el proyecto de Eurovegas, en donde además se contemplan importantísimas exenciones fiscales, recuerda la maravillosa película de Luis García Berlanga, «Bienvenido Mister Marshall», en donde el alcalde de Villar del Río está dispuesto a todo con tal de que llegue la ayuda norteamericana.
La ecuación permisividad-inversión es peligrosa. Si se puede poner en riesgo la salud para conseguir inversiones, ¿por qué no ser más permisivos con la prostitución, los prestamistas de usura o el narcotráfico? ¿Dónde está el límite?