MADRID, 03 (OTR/PRESS)
Dice Joaquín Almunia en la tele que «de esta crisis salimos todos juntos o no saldrá ninguno a costa de los demás». Una carga de profundidad en toda regla del vicepresidente de la Comisión Europea contra esa Alemania que, por un lado, galopa sobre la idea de que el sur derrochador nos ha llevado a esta crisis, y por otro, se muestra totalmente contraria a ceder más soberanía a Bruselas quitándosela a los Gobiernos de la UE.
El sencillo párrafo anterior contiene los elementos de la crisis europea debidamente actualizados. Empezando por la reciente caída del caballo de los jerarcas de Bruselas respecto al fracaso de las políticas de austeridad que machacan al sur derrochador. Pero Alemania insiste, siempre recostada sobre su histórica obsesión por los fenómenos inflacionistas, a pesar de haberse reducido notablemente el ritmo de su máquina productiva. Y tampoco está claro el presunto viraje del Gobierno Rajoy.
El presidente de la Comisión, Durao Barroso, ha dicho que «las medidas de austeridad ya no son la respuesta». Fue en vísperas de que la Comisión emitiera su dictamen sobre la economía española a la luz de las medidas reformistas tomadas por el Gobierno y en relación con unas recomendaciones-exigencias (reforma laboral, pensiones, energía, impuestos, liberalización de servicios, administraciones públicas, etc), que no alteran sustancialmente las políticas anteriores.
La única traducción a hechos de lo que podría ser un amago de rectificación de Bruselas hacia políticas incentivadoras del crecimiento, y por tanto del empleo, es esa flexibilización del calendario que permite a España dos años más de margen, hasta 2016, para lograr el 3% de déficit público comprometido en los programas de estabilidad fiscal. Solo por esa vía, en tanto que permite al Gobierno un mayor margen para utilizar la política presupuestaria como palanca reactivadora de la economía, podría el Gobierno Rajoy aplicarse el cuento de que las políticas de austeridad, hasta ahora, solo han generado recesión y paro, sin que hayan resulto los problemas de déficit y deuda que Alemania no deja de denunciar respecto al sur derrochador.
¿Se atreverá Rajoy a explorar esa vía, aprovechando la buena disposición al pacto de su adversario político, Rubalcaba, y esa aún difusa corriente de opinión que apuesta por las políticas de estímulo? Ojalá. Pero lo dudo. Sobre todo si echamos un vistazo a las razones sobre las que suele hilvanar su optimista discurso de estos días: el rescate que no fue, la prima de riesgo que nos permite una financiación más llevadera de la deuda, la competitividad que ha generado mayor actividad exportadora, la mejoría en la balanza de pagos por cuenta corriente, el turismo que viene y el bajo índice de inflación.
Son indicadores fríos que no reflejan las reconocibles causas del sufrimiento. A saber: paro, pobreza y desigualdad. O sea, lo que de verdad vincula a las personas con la economía, que no es otra cosa que un puesto de trabajo.
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