Carlos Carnicero – ¿Por qué es tan difícil acercarse a los partidos?


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

Existían dos modelos de partidos antes de que la desafección hiciera acto de presencia. Y ocurrió precisamente por la transformación de los partidos en organizaciones controladas por sus élites.

La definición marxista clásica entendía de dos tipos de organizaciones políticas. Los partidos de masas y los partidos de cuadros. Los primeros radicaban su fuerza en el número de afiliados, que además eran activistas de su causa, de su ideología y de sus proyectos políticos. Los partidos de cuadros eran máquinas de poder en las que las élites organizaban su fuerza electoral sin depender de grandes masas de afiliados. Con dinero se pueden contratar los mercenarios necesarios para toda batalla política.

Ahora los partidos, de izquierda y de derecha, tienen muchos puntos en común. Están gobernados por élites u oligarquías cuya prioridad es el control del partido. Sus dirigentes se eligen por un sistema de cooptación y los equilibrios de poder son el fundamento de su dinámica de actuación.

Es curioso observar como el Partido Popular, que en sus señas de identidad debiera ser puro partido de cuadros, tiene en la actualidad más militantes que el PSOE e Izquierda Unida juntos. En el PP no se ofertan disimulos sobre su organización interna. El líder, el presidente del partido, ejerce un poder individual total. Hasta para ungir a su sucesor, tal y como ocurrió cuando José María Aznar eligió a Mariano Rajoy como presidente del partido y candidato a la presidencia de Gobierno. Luego se celebró el acto formal de refrendo del designado en los órganos de dirección del partido.

José Luis Rodríguez Zapatero se afiló el dedo de la designación de candidatos, por cierto con escaso éxito. Pero todavía en el PSOE se guardan las formalidades de los congresos en donde los barones territoriales y orgánicos pactan la elección. A veces, incluso hay varias candidaturas.

Yo creo que los ciudadanos se han alejado de los partidos sobre todo porque han entendido que no les espera otro protagonismo que elegir la cuadra en la que formarán parte. No hay, además, trabajo político para los militantes al margen de su inclusión en una lista electoral o para un trabajo en la función pública.

Se produce la paradoja de que se selecciona a los candidatos a ingresar en los partidos en función de que se integren en los equilibrios de poder reinantes.

No conozco muchos ciudadanos que se hayan alistado recientemente en algún partido político. Y los datos demoscópicos demuestran el incremento de la desafección o desapego de los ciudadanos hacia las organizaciones.

El peligro, repetidamente anunciado, es el de la aparición de nuevas formas de populismo si los partidos no se reinventan. Lanzar una nueva formación política es una tarea titánica porque el sistema está enroscado de tal forma que si no tienes representación no tienes medios para alcanzarla. Y en esa espiral se nos está marchando la vida democrática.

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