Con la mano, compañeros

Cuesta entenderlo. Son, según sus propias cifras el país del mundo con mayores reservas de crudo –por delante de Arabia Saudí- y el sexto que más petróleo exporta del planeta y en sus gasolineras escasea el carburante.

Si fuera sólo la gasolina, el asunto podría atribuirse a la falta de refinerías o a un desajuste circunstancial, pero en el paraíso bolivariano –ese que elogian desde aquí algunos despistados a los que la retorica antiyanky obnubila el cerebro-, los venezolanos se las ven y se las desean para encontrar alimentos básicos o un rollo del humilde papel de váter. No tienen vino ni para que los curas digan misa.

No es casualidad, sino una consecuencia de la funesta decisión de Chávez de nacionalizar todo lo que se le cruzaba. Maduro controla en la actualidad la industria eléctrica, la petrolera, la cementera, cadenas de supermercados y millones de hectáreas de tierras de cultivo.

Y gestiona todo eso con los pies, aplicando un rígido control de precios a la cesta de la compra –para mantener calmados a sus partidarios-, falseando datos y alimentando el enchufismo.

El gobierno ha decidido que cada dólar vale 6,30 bolívares, indiferente a la inflación o las leyes del mercado.

A la hora de la verdad, en Venezuela resulta más barato importar que producir. Y como no se produce casi nada, los sufridos compañeros chavistas van a tener que limpiarse con la mano.

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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