Andrés Aberasturi – Original y/o copia


MADRID, 07 (OTR/PRESS)

La historia está llena de mitos y leyendas que, a fuerza de repetirse, terminan convirtiéndose en casi una verdad pero sólo del imaginario colectivo porque la otra Historia, la Historia con mayúscula y disciplinada, derrumba siempre esa leyenda que nace de la tergiversación de la realidad. Lo de Cataluña -lo de los políticos catalanes y catalanistas- es ya obsesivo y cansino. Que una institución como es el Centro de Historia Contemporánea de Cataluña, que depende del Departamento de Presidencia de la Generalitat, organice un simposio bajo el título «España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014)», debería ser preocupante al menos para la intelectualidad catalana que siempre ha presumido -y con razón- de europeísta, abierta y ajena a ese pensamiento único y bastante cateto que es la bandera que enarbola hoy el nacionalismo catalán.

El simposio se inscribe, como era de esperar, en la conmemoración del 300 aniversario de 1714, en el que se produjo la caída de Barcelona a manos de las tropas de Felipe V en una guerra que, se pongan como se pongan y se empeñen en lo que se empeñe, fue de sucesión y no de secesión. Un matiz fundamental. Según adelantaba «El País» entre los temas a tratar están la represión cultural, económica, social, institucional, política y administrativa de Cataluña, así como la destrucción de una lengua. O sea (que concluiría Umbral).

Es que no es serio ni es justo y menos aun cuando la crisis económica golpea tan duro a tantos catalanes. El Gobierno de Mas ha sido una carrera de desastres con orejeras: convocó elecciones generales para tener mayoría absoluta y perdió escaños; se alió con Esquerra no para sacar a Cataluña de la crisis sino para defender el proyecto soberanista y es ahora su socio el que le pasa por encima según la última encuesta publicada por «El Periódico»: ERC ganaría las elecciones catalanas con un 24,3% de los votos y entre 39 y 40 escaños, mientras que CiU quedaría en segundo lugar con 34 o 35 escaños y un 21,4% de votos. Pues vale. Así están la cosas y es de suponer que en CiU todos están contentos con esta deriva de un partido, que son dos, que tendría que haber jugado el papel de siempre en la política catalana y que hoy asiste paralizado a la fuga de sus votantes: si hay que elegir entre el original y la copia, muchos prefieren a Esquerra que no juega al despiste. ¿Y Durán? ¿Qué van a decir Durán y los suyos? Alguna vez alguien en Unió tendrá que hacer algo más que contemporizar con unos y con otros. Está llegando, me temo, la hora de elegir.

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