Fue el zar Nicolás I quien acuñó la expresión, para referirse al decadente Imperio Otomano, que a mediados del siglo XIX se deshilachaba víctima de la corrupción y la incompetencia.
Aplicársela a la Turquía de Recep Tayyip Erdogan puede parecer osado, teniendo en cuenta que el país ha triplicado su renta per cápita bajo sus tres mandatos electorales consecutivos, pero resulta evidente que el primer ministro islamista ha entrado en declive.
Todo empezó el pasado 27 de mayo en un pequeño parque, enclavado junto a la emblemática Plaza Taksim, en el centro del Estambul moderno, pero los disturbios que se habían extendido a todo el país y han dejado ya tres muertos y más de 4.000 heridos, tiene muy poco que ver con la tala de árboles o la construcción de un centro comercial.
Los turcos se han echado en masa a las calles para protestar contra un primer ministro que gobierna cada día de un modo más autoritario y parece ignorar las grandes transformaciones sociales que él mismo impulsó.
Si se convocasen ahora elecciones, es muy probable que las ganase de nuevo con claridad el Partido Justicia y Desarrollo (AKP), pero eso no solucionaría nada.
El ‘islamista moderado’ Erdogan no sólo ha perdido el contacto con la gente. Ha perdido también y eso es más grave, la capacidad de entender.
Basta repasar alguno de los eslóganes que corean los manifestantes: «Corre, Tayyip, que vienen las mujeres».
La ciudadanía más dinámica está decepcionada, harta. Y no es una protesta sectorial o limitada a los grupos estudiantiles o feministas, donde el laicismo impuesto por Ataturk hace un siglo sigue siendo sagrado y el antiautoritarismo es natural.
Hasta los hinchas de los tres clubes de fútbol -Besiktas, Galatasaray y Fenerbahce-, han protagonizado una marcha hacia Taksim enarbolando carteles de «Estambul United» y lanzando cánticos contra el Gobierno.
¿Y qué se le ocurre a Erdogan argumentar ante todo eso? Pues el mismo día en que sus policías antidisturbios cargaban, mañana y tarde, para ‘reconquistar’ a cañonazo de agua limpio la Plaza Taksim, acusa a la prensa internacional de estar detrás del embrollo.
Sólo le ha faltado, parafraseando al jefe de comunicación de su partido, decir que “Twitter es más peligrosa que un coche bomba».