Antonio Casado – Máquina registradora


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Naturalmente que a Lionel Messí y a su padre les asiste el principio de presunción de inocencia al que este jueves hacia referencia el ministro de Educación y Deportes, José Ignacio Wert, cuando, preguntado por los periodistas en los pasillos del Congreso de los Diputados, puso ese principio en relación con otro: el de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Supone que no es relevante a la hora de aplicarla el hecho de ocupar una posición más o menos alta en la escala social o el hecho de ser el mejor futbolista del mundo, como es el caso.

Según la Fiscalía de Delitos Económicos, el famoso jugador del Barcelona C de F. ha distraído unos 4 millones de euros a la Hacienda Pública. Su padre, para ser precisos, pues los ejercicios investigados (2007, 2008 y 2009) se corresponden con la minoría de edad del jugador. La trampa consistía en una trama societaria para eludir el pago de impuestos en España por sus derechos de imagen. Se debe aclarar que es ciudadano español o, por ser precisos, goza de la doble nacionalidad hispano-argentina desde septiembre de 2005.

A la hora de escribir este comentario no teníamos noticia de que la querella, presentada en un Juzgado de Gavá (Barcelona) hubiera sido admitida a trámite. Sin embargo, el asunto ya había entrado en los circuitos mediáticos con esa inevitable carga moralizante que acompaña a los comportamientos de personas de renombre social. De modo que ya hemos oído hablar de un padre ambicioso, un ídolo de masas poco ejemplar, un ministro de Hacienda que busca un escarmiento o un presidente del Barça que pone la mano en el juego por su estrella un minuto después de que hubiera saltado el escándalo.

No se habla de otra cosa, como decía el otro. Unos a favor y otros en contra. En un país donde el tsunami neoliberal le echa mal de ojo a la voracidad fiscal del Estado, no faltan quienes justifican el presunto fraude de Lionel Messí. Pero quienes defendemos la obligación de estar en paz con la Hacienda Pública como una forma de ejercer la solidaridad, estamos con la escopeta cargada si Messí y su padre, Jorge Horacio, resultan no ser tan inocentes como dicen.

En una reciente imagen de la guerra civil en Siria aparecía entre los escombros la figura inerte de un niño vestido con la camiseta barcelonista de Messi. Hagamos el ejercicio de calcular el número de camisetas como esa que han tenido que venderse a lo largo y ancho del mundo para ingresar esos 10 millones de euros que, según la Fiscalía, han generado una deuda fiscal de cuatro millones. No todas han ido a parar a niños que mueren entre la tierra quemada de un país en guerra. La metáfora es hiriente y nos interpela. La distancia entre el astro futbolístico y el niño muerto que se quería ser como él es sideral. Años luz. Pero también entre los escombros de aquella ciudad siria sonó una máquina registradora.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído