Antonio Casado – La foto


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

La tentación es hablar de luna de miel entre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder del principal grupo de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, después de su encuentro del jueves pasado por la tarde en el Palacio de la Moncloa. Pero no estaríamos reflejando la realidad. Por mejor decir, sólo estaríamos reflejando una parte, la más agradable. Y no la que forma parte de la agenda política diaria. Bastaría recordar la dureza del último cruce parlamentario entre las dos sorayas en la sesión de control del miércoles.

Hemos de constatar, pues, que el pacto por Europa no deroga el marcaje de distancias entre quienes ostentan el poder y quienes aspiran a ostentarlo. Es cierto que, cinco minutos después de hablar con el presidente, Rubalcaba dejó la puerta abierta a un eventual entendimiento sobre la reforma de las administraciones públicas. Tan cierto como que lo dio por imposible en pensiones y educación. Su respuesta fue clara cuando los periodistas le preguntaron si al pacto por Europa se podía sumar la reforma de las pensiones. «Ya hicimos una estando en el poder y ahora lo que toca es aplicarla», dijo. Una falta de entusiasmo comparable a la que siente frente a la reforma educativa que está pilotando el ministro Wert.

Aparte de estos dos asuntos concretos, podemos ver que en el PP no pierden ocasión de limitar sus recurrentes ofertas de diálogo con la consabida línea roja: el riesgo de repetir políticas fallidas de su adversario. Y los socialistas no se cansan de decir que el hecho de sintonizar con el Gobierno en Europa no incluye ni de lejos el alineamiento por afinidad. «No somos iguales», repite siempre Rubalcaba, lo cual no le impide declarar, como declaró el jueves después de su conversación de dos horas y media con Rajoy, que «es necesario unir fuerzas para conseguir que España gane en el Consejo Europeo». Tampoco el presidente fue parco en el canto al acuerdo conseguido con el PSOE de cara a la decisiva cumbre europea del 28 y 29 de junio: «Hay asuntos en los que es muy bueno el acuerdo porque nos hace más previsibles y más fiables ante el exterior».

La estabilidad política también cotizan ante la mirada de Bruselas y la mano poderosa de los mercados. Ese es el pie que conviene a la foto con la que Rajoy y Rubalcaba acaban de escenificar un pacto abierto, por cierto, al resto de los partidos políticos, que tendrán que retratarse en la votación del martes próximo. Algo más que un intangible. España va a hablar con una sola voz en la Cumbre Europea del 27-28 de junio para recabar inversiones europeas en políticas de crecimiento, fomento del empleo juvenil, más fondos del Banco Europeo de Inversiones en créditos a las pequeñas y medianas empresas, un único mercado financiero y avances hacia una verdadera integración europea. Reclamaciones contantes y sonantes firmadas por fuerzas políticas diferentes que juegan con la camiseta de la selección española.

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