Fernando Jáuregui – Cuestión de edad


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

Ahora, la política parece ser una cuestión de edad. Acostumbrados como estamos a que los presidentes del Gobierno -Suárez, González, Aznar, Zapatero; la racha se rompió con Rajoy- llegasen a La Moncloa con cuarenta años, o muy pocos más, hemos decidido decretar que cualquiera que pase de este límite es inservible para un cargo de la máxima responsabilidad. Y, así, la anunciada retirada del presidente andaluz, José Antonio Griñán, ha sido saludada con alborozo: ya era hora de que se rejuveneciesen las estructuras del socialismo de Andalucía… y no solo, dijeron los palmeros. Por eso, todos los dedos apuntan a la actual consejera de Presidencia, Susana Díaz, mano derecha de Griñán, una mujer que apenas llega a los cuarenta, como la más probable sucesora: eso es renovación, dicen quienes aceptan, desde el oficialismo, esa probabilidad sucesoria. Y no; no es eso, no es eso.

No, porque es el saliente quien designa, casi a dedo, y primarias mediante, al entrante; no, porque la señora Díaz es firme continuadora de una política que ella misma ha ejecutado en no pequeña medida. No, porque representa, a mi modo de ver, una manera equivocada de entender la política, error que comparten algunos políticos de esa Comunidad, por ejemplo Javier Arenas en el PP o Gaspar Zarrías en el PSOE. Eso no es renovar, sino más de lo mismo: los viejos usos, los trucos antiguos. Y lo que necesitan las estructuras de una autonomía, o de una ciudad, o de un país, es, claro que sí, nuevos rostros cuando los actuales están desgastados. Pero se necesitan aún más nuevas ideas, y no estoy seguro de quien ha hecho su carrera subido a un carro que lleva treinta años ejerciendo el poder esté capacitado para las rupturas de moldes que la nueva era en la que hemos entrado necesita.

Pongo el caso andaluz como ejemplo, pero podría esgrimir otros muchos similares. O podría traer también a colación la irrupción de antiguos líderes políticos retirados, invadiendo el tapete del debate nacional, pidiendo acuerdos y una acción que no es precisamente la que ellos ejercieron cuando mandaban. Resulta que ahora esos ex muestran una resolución y un afán de cambios profundos que, al menos a mí, simple observador del escenario, me parecen casi inéditos. No, ellos no van a volver, y sospecho que algunos de los que aún ejercen protagonismo político, tampoco van a permanecer mucho tiempo en el machito. El verdadero problema es la falta de banquillo, la carencia de estadistas en potencia, de auténticos líderes políticos capaces de entusiasmar a los ciudadanos. Y entonces, claro, surgen las susanasdiaz de turno, personas sin duda de talante respetable, pero que ni por trayectoria ni, acaso, por formación, constituyen, a mi entender, la solución al problema político que los españoles tenemos planteado, y que no es otro que la falta de vuelo de altura.

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