Colaboradores de la Cultura de la Muerte (II)


He aquí dos películas para la propaganda de Estado, separadas por medio siglo. Mar adentro es al gobierno socialista de Zapatero, lo que en su día, Yo acuso fue al nazismo de Hitler. No es casualidad que Alejandro Amenábar haya realizado esta cinta sobre el suicidio asistido de Ramón Sampedro. La idea antivida que se quiere imponer en la sociedad es tan aberrante que solo con historias tan manipuladas como la del tetrapléjico gallego es posible que una sociedad adulta, civilizada y digna abogue por estas prácticas atentatorias contra el derecho natural y la dignidad de la persona; con la connivencia, eso sí, de los medios de comunicación tan proclives siempre a la divulgación de estas ideas. Curiosamente, del mismo autor es la película Ágora, tan jaleada en los medios de comunicación, que pretendiendo reflejar la historia de los primeros siglos del cristianismo, se quedó solo en una película de ficción sin el menor rigor histórico. Pero el fin de Amenábar no es transmitir la verdad histórica, sino que el público, más bien ignorante en la materia, crea sus patrañas para perjudicar a la Iglesia. Eso siempre remunera.

Pero volvamos a Mar adentro. El proyecto de esta película sobre la eutanasia y el suicidio asistido tiene un trasfondo político de largo alcance y nada inocente, que va más allá de la ideología zapaterista.

La película Mar adentro fue una apuesta del Gobierno socialista para avivar en la calle el debate sobre la eutanasia y presentarla como algo digno, necesario y filantrópico. A su estreno, en uno de los cines de la Gran Via madrileña, asistió el presidente Rodríguez Zapatero y su mujer Sonsoles Espinosa, seis ministros del Gobierno socialista, entre ellos José Bono y Javier Caldera, la portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, Trinidad Jiménez, Gaspar Llamazares y otros representantes de la izquierda más radical. Allí estaba también el inefable doctor Montes, el de las sedaciones del Hospital Severo Ochoa de Leganés, a quien Zapatero abrazó y le prometió que no consentiría que nadie persiguiese a “profesionales dignos por intentar ayudar a morir dignamente”.

Como se dijo en su día, fue un acto político en toda regla al que no faltó el equipo de la Ceja. Los mal llamados representantes de la cultura, que viven de nuestros impuestos, actuaron de marionetas pagadas. Ana Belén, Víctor Manuel, Miguel Bosé, Concha Velasco, Miguel Ríos, Pilar Bardem, Sabina, María Barranco y otros progres consiguieron el aderezo de glamour y muerte. Todo en el mismo frasco. Su incoherencia les lleva a manifestarse en contra de la guerra pero a favor del aborto y la eutanasia, genocidios silenciosos e incluso legales.

Yo acuso (Ich klage an), la película del nazismo

No era la primera vez que se utilizaba una película para promocionar la “muerte por compasión”. La Alemania nazi utilizó el cine para concienciar a la sociedad de la necesidad de la eutanasia. En las películas realizadas por los propagandistas del Reich se presentaban imágenes de viejos y enfermos sufrientes que vivían “lebens unwerten leben”, es decir, “vidas que no merecían ser vividas”, para los que la muerte era una liberación.

Una de las películas emblemáticas utilizada por los nazis para predisponer a la sociedad a favor de la eliminación de ciertas personas es Ich klage an (Yo acuso), estrenada en 1941, basada en la novela de Herlmut Unger, Misión Conciencia. Esta película fue encargada por el propio Goebbels, ministro de Propaganda e Ilustración del tercer Reich. Su director Wolfgang Liebeneiner lo confesó una vez finalizada la guerra, y reconoció que el fin era concienciar a la sociedad para la legalización de la eutanasia masiva.

La cinta cuenta la historia del profesor Thomas Heyt, un prestigioso científico, director del Instituto Anatómico de Munich, casado con Hanna, aquejada de esclerosis múltiple. Esta le pide a su marido que acabe con su vida.

La película manipula al pasivo espectador de manera inmisericorde. En una escena se ve a la señora Heyt cojeando; después, a un ratón herido que arrastra su pata trasera, probablemente como consecuencia de una prueba de laboratorio. Una asistente se apiada de él: “Pobre animal”. Lo acaricia y le pone una inyección letal. Lo mata por compasión para liberarlo de sus dolores. El mensaje llega al espectador.

He aquí unos diálogos de la película: “En este momento no siento que vaya a morir, pero no quiero morir más tarde con mi cuerpo reducido a una piltrafa. Por favor, prométeme que me ayudarás a morir antes de que llegue ese momento”, dice Hanna. Él duda y no se siente capaz. Llaman a su médico, gran amigo de la pareja, quien también se resiste: “Soy tu mejor amigo, pero también soy médico y como tal, el servidor de la vida. La vida se debe preservar a cualquier coste”. Ella se dirige nuevamente a su esposo con estas palabras: “Tienes que ayudarme. Quiero seguir siendo tu Hanna hasta el final; no quiero convertirme en una sorda, ciega e idiota. No lo soportaría. Thomas, si de verdad me quieres, prométeme que me librarás de eso de antemano”. Después, ella le pide al médico que salga de la habitación y el esposo le da a beber un veneno disuelto en agua. Mientras fallece, los dos se dicen que se quieren y ella recalca: “¡Me siento tan feliz, me gustaría ya estar muerta!”.

La criada denuncia al marido y él es llevado a juicio. Ante los jueces se defendió así: “¡Júzguenme! Cualquiera que sea el resultado, su sentencia será una señal para todos aquellos que se encuentran en mi situación. Sí, yo confieso: maté a mi mujer, una enferma incurable, pero fue porque ella me lo pidió”. (Los diálogos de la película están tomados del artículo El holocausto empezó por la eutanasia, del psicoterapeuta Juan Campos Calvo Sotelo, publicado en ABC el 18 abril de 2005).

Durante el proceso, varios testigos de prestigio declaran a favor de eliminar a las personas sufrientes, entre ellos el propio médico quien manifestó que la ley debería cambiarse para permitir la eutanasia.

La película, de reconocida calidad técnica, ejerció gran influencia en el público alemán. Entre los años 1940 y 1942 fue vista por unos dieciocho millones de espectadores. En 1944 obtuvo el Premio de las Naciones en la Bienal de Venecia. Fue en este periodo cuando se pusieron en práctica las llamadas técnicas de manipulación denominadas “propaganda de guerra”, predecesoras de las modernas estrategias efectistas de manipulación de masas. Los artífices de estas estrategias, en los comienzos fueron el influyente comentarista político Walter Lippman y Adward Bernays, uno de los inventores de las técnicas de manipulación de masas y sobrino de Sigmund Freud. Ellos colaboraron en un estudio secreto del “Royal Institute for International Affaire” sobre los efectos que produce en el público la manipulación de la información de guerra para hacer que se posicione en pro o en contra de un conflicto determinado. También trabajó para el CPI, una organización de propaganda del Gobierno Norteamericano que funciona desde 1917, cuya finalidad es vender la guerra como algo inevitable para hacer del mundo un lugar seguro para los ciudadanos honrados.

Estas técnicas se siguen empleando en la actualidad aunque mucho más sofisticadas, gracias a las nuevas tecnologías, en el proceso de reingeniería social anticristiana que estamos viviendo. El tema de la eutanasia forma parte desde hace más de un siglo, de la agenda de los ideólogos de la Cultura de la Muerte, y las técnicas de manipulación de masas son tan eficaces, que nos encontramos a madres pidiendo el derecho a matar a los hijos que llevan en sus vientres y a pobres seres humanos reivindicando su derecho a poner fin a su vida.

(Extraído de La dignidad de la vida humana, de Magdalena del Amo, publicado por La Regla de Oro Ediciones).

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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