Al margen – Bretón: El veredicto.


MADRID, 10 (OTR/PRESS)

Sobre el veredicto que el jurado popular que entiende en el caso de José Bretón no ha emitido aún a la hora de escribir éstas líneas, el juez habrá de construir su sentencia. En realidad, jurado y juez son los únicos que, sumisos a la liturgia procesal, no han expresado aún ni su veredicto ni su sentencia, pues el resto de la gente, entre la que me incluyo, sí.

Que José Bretón se deshizo de sus hijos, dándoles probablemente muy mala muerte, constituye una evidencia para cuantos, con el corazón encogido por el infortunio de las criaturas y por la helada vesanía del que consideran su matador, han seguido el caso y, particularmente, su epílogo, la vista oral por la que han desfilado y depuesto cuantos han tenido alguna relación directa con él. Las cárceles están llenas de inocentes, pero ese no sería el caso, según la percepción general, de ese hombre extremadamente romo y vulgar cuyo narcisismo se ha alimentado con tan macabra celebridad. Sólo la acción de una funcionaria incompetente, y soberbia y arrogante como todos los incompetentes, ha permitido que lo que podría haberse resuelto instantáneamente, pues aún percutía en los árboles de Las Quemadillas el resplandor de la pira funeraria cuando llegó la policía, se haya dilatado en el tiempo, proporcionando a todos, particularmente a la madre de las víctimas, tanto horror.

Pese a que consuela observar que en España queda alguna Justicia, siquiera en el ámbito penal, con sus garantías correspondientes, incluido en ellas el respeto a la presunción de inocencia en tanto no medie sentencia en firme que establezca la culpabilidad, es inevitable deplorar el regusto amargo que deja éste caso, en el que, para qué vamos a andarnos con rodeos, el tal Bretón ha vacilado o ha querido vacilar a todo el mundo, y se han consumido recursos que habrían podido emplearse en sustanciar casos largamente empantanados en los predios judiciales. A ésta hora de la media tarde del miércoles 10 de julio de 2013, el jurado popular delibera y prepara el veredicto, en tanto el juez lo aguarda para dictar sentencia. Hacen lo que han de hacer, pero van retrasados respecto al veredicto emitido unánimemente por el resto.

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