Antonio Casado – Bárcenas nos zarandea


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

A la hora de escribir este comentario hay tres pelotas en el aire: la décima declaración del ex tesorero del PP ante el juez, la esperada reaparición pública del presidente Rajoy junto a su colega polaco en rueda de Prensa (algo nos dirá sobre el culebrón que centra la actualidad mediática y política) y las medidas urgentes que podría puede anunciar el PSOE después de pactarlas con otras fuerzas políticas. De las tres expectativas, me temo, vamos a salir con la cabeza caliente y los pies fríos si comparamos su eventual alcance con la última entrega de sensaciones fuertes del pasado fin de semana. Por un lado, el cruce de mensajes telefónicos entre el presidente y su delincuente favorito. Por otro, el lanzamiento en plancha del PSOE para rematar el balón centrado por el excajero del PP y su poderoso jefe de Prensa. O sea, solicitud de dimisión urgente de Rajoy y ruptura de relaciones con el Gobierno del PP por parte del primer partido de la oposición.

En cualquier caso, es evidente que Bárcenas nos zarandea a todos. Está condicionando la agenda judicial, política y mediática, como consecuencia de su personal ataque de contrariedad por sentirse abandonado. La piñata de SMS cruzados con Rajoy deja claro el presidente ya no le apadrina como le apadrinó hasta hace seis meses aproximadamente. Sin embargo la toxicidad del mensaje, debidamente manufacturado, ha consistido en presentar a los dos personajes, el sinvergüenza y su antiguo jefe, como «amiguitos del alma». Y eso es injusto.

Las fechas son fundamentales en la formación de criterio sobre este espinoso asunto. Cierto. A la toxicidad del mensaje (Rajoy apadrina a un sinvergüenza) contribuye involuntariamente el presidente del Gobierno con su persistente silencio. El asunto del sobresueldo en dinero negro y el cruce de SMS son judicialmente irrelevantes para él. Otra cosa es la política, donde hay más recorrido y donde sólo debería moverse el presidente. Ahí va sobrado de munición para callar unas cuantas bocas y apagarle los faroles a Luis Bárcenas y compañía.

Cuanto más tarde en hacerlo más crecerá la sensación de que tiene algo que ocultar. La única manera de evitarlo es romper el silencio de una vez y explicarse en sede parlamentaria, como le están pidiendo todos los grupos de la oposición ¿Por qué no lo hace? Dice que por esperar a una mayor concreción de las acusaciones, lo cual denota que no acaba de asumir la naturaleza básicamente política del escándalo. De opinión pública, por decirlo de otro modo, donde se ventila el intangible de la credibilidad. Por ahí atacan Rubalcaba y el resto de líderes. Prácticamente todos piden a Rajoy que se vaya. Sin embargo conviene recordar que en estos momentos de angustiosa inestabilidad económica, la inestabilidad política no es la terapia que más nos conviene. A ella están contribuyendo tanto el oportunismo de la oposición reclamando la dimisión de Rajoy como el silencio de éste.

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