Antonio Casado – Seguimos a la espera


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Seguimos en ascuas. A la hora de escribir este comentario, el presidente del Gobierno aún no ha despejado la incógnita sobre el cómo y el cuándo se explicará sobre el caso Bárcenas. Un asunto judicial que ha tomado una deriva política tan intensa y tan extensa que ya está cursando como si fuera el caso Rajoy. La cuestión de fondo es de principio. Me refiero al silencio del presidente como vulneración de su deber de sometimiento al control parlamentario.

Ese es el meollo del caso Rajoy en estos momentos. Así lo vemos especialmente quienes creemos que el presidente del Gobierno, al darle la espalda al Parlamento, si es que no rectifica en las próximas cuarenta y ocho horas, está perjudicando a España, a su partido y a sí mismo. Muchos creemos que le sobran tablas, decencia y capacidad política como para ahorrarse la sospecha generalizada de que está siendo condicionado por un sinvergüenza como Luis Bárcenas.

No tiene ninguna necesidad de seguir dando esa impresión. Pero esa impresión persistiría si Moncloa buscase fuera del Parlamento la salida a este crispado momento político. Entre otras cosas porque el líder del principal grupo de la oposición, Pérez Rubalcaba, cumpliría su anuncio de presentar una moción de censura (en el exterior se percibiría como un factor de inestabilidad) si en la reunión de la Diputación Permanente, este miércoles, el grupo parlamentario popular vuelve a bloquear la comparecencia del presidente en un pleno del Congreso de los Diputados antes de las vacaciones.

Otro de los efectos del silencio de Rajoy es haber facilitado el trabajo a su principal adversario político, el líder del PSOE. El martes pasado, cuando anunció la moción de censura si el bloqueo volvía a producirse, tomó la iniciativa. Y el domingo pasado, a través de un inusual despliegue en «El País», tomó la palabra. La nutrida entrevista de cinco páginas viene a ser como un adelanto del programa de gobierno que expondría a la Cámara en caso de que se llegara a presentar la dicha moción «constructiva»).

Mientras tanto, como queda dicho, la pelota sigue en el tejado del presidente del Gobierno. Con su silencio alimenta la estrategia de Rubalcaba, que le está acusando a todas horas de desprecio a la dignidad de la Cámara. Es normal, previsible y legítimo que el líder de los socialistas capitalice el malestar por un escándalo de corrupción que afecta al PP (financiación ilegal, sobresueldos y enriquecimiento personal de un extesorero apoyado más allá de lo razonable por Rajoy y su partido) y la indefendible resistencia del presidente a explicarlo en sede parlamentaria.

El presidente del Gobierno se ha ido quedado sin alternativas mientras esperaba que la crispación se desvaneciera en las vacaciones de verano. Y ahora no tiene otro remedio que actuar en los términos exigidos por el PSOE y el resto de fuerzas políticas (incluida una parte del PP). Seguimos atentos a la pantalla por si Rajoy se decide a desbloquear de una vez esta situación un tanto absurda.

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