Charo Zarzalejos – Cuando lo inesperado es una tragedia.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Estaban a punto de llegar a su destino. Son esos momentos en los que se doblan los periódicos, se revisan los bolsos, los niños comienzan a moverse y las más coquetas se retocan el brillo de labios. En un Alvia, cuatro kilómetros de distancia es apenas un suspiro. Significa haber llegado… pero ocurre que se presenta lo inesperado y todo se vuelve ruido, horror, humo, golpes, choques… es la tragedia que llega como un fantasma. Tragedia que hizo que el cielo de Santiago se oscureciera y sus calles enmudecerían, primero por la sorpresa e incertidumbre y, luego, por la constatación del desastre. Tuvieron que pasar bastantes horas para conocer el alcance de un accidente ferroviario sin precedentes. No es la primera vez que la red ferroviaria española es escenario de situaciones dramáticas, pero sí la primera en la que la tragedia se produce en una red admirada y envidiada por buena parte del mundo. Comprobamos, una vez más, que el riesgo cero no existe y que la vulnerabilidad del sofisticamiento técnico no dista mucho de la vulnerabilidad de nosotros los humanos. Ocurre que lo inexplicable puede ocurrir.

Lo último que esperaban los vecinos de Santiago y esas personas que doblaban el periódico o revisaban sus bolsos porque ya habían llegado es que ocurriera lo que ha ocurrido. Un Alvia, revisado ese mismo día, que acaba hecho añicos, enredando entre sus hierros a niños, hombres y mujeres. Ya en el día después, hemos corroborado la capacidad de respuesta, en este caso, de los gallegos. Respuesta generosa y rápida que siempre ha caracterizado a la sociedad española en momentos dramáticos. En esto de la muerte ya tenemos mucha experiencia y el dolor, lejos de paralizarnos, nos saca lo mejor de nosotros mismos.

Hasta el momento de escribir estas líneas hay que decir que también nuestros responsables públicos han estado a la altura de las circunstancias. Ha habido coordinación, eficacia, prudencia, información, y las presencias justas y adecuadas.

Todavía se desconocen las causas oficiales y contrastadas del accidente. La investigación se quiere exhaustiva y rápida y todos deseamos que nos den las claves para entender lo que, por sus dimensiones, nos resulta casi inexplicable.

Estamos todos bajo la conmoción que produce tanto espanto. Lo deseable es que cuando esta se vea rebajada en su intensidad, nadie se desmadre y se caiga en lo que sería la terrible tentación de la politización de un drama. España puede soportar muchas cosas, hacer frente a acontecimientos de extrema dureza, a lidiar situaciones de máxima complejidad, pero ahora, justo ahora, sería imperdonable el más mínimo ribete de utilización política. Ya no estamos para esos juegos porque de indecencias estamos ya hartos. Todo lo que no sea el recuerdo sincero y dolorido hacía las víctimas y sus familiares, el agradecimiento al extraordinario comportamiento de todos los trabajadores públicos de Galicia, el apoyo a las autoridades que se ven en la obligación de gestionar momentos de confusión y dureza y confianza en las actuaciones judiciales y técnicas para que nos expliquen lo casi inexplicable… todo lo que se salga de este guión, sería una falta de respeto para los muertos, una burla para los vivos y una vergüenza para quien pretendiera jugar a lo que no toca.

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