Fernando Jáuregui – Permítame, con todo, ser optimista


MADRID, 26 (OTR/PRESS)

Comprendo que le sorprenda, querido lector, el título de este comentario: «permítame, con todo, ser optimista». No, no es que no siga golpeado por la tragedia, por esas imágenes de gentes desesperadas buscando a los suyos, por ese dolor ya irreparable de quien ha perdido a una persona querida; me va a costar mucho ir al funeral del amigo -en mi caso, de Enrique Beotas- y ver el rostro de su viuda y de su hija. Y lo mismo les va a ocurrir a tantos en otros ochenta, o quizá más, actos parecidos por toda España. Pero es que resulta forzoso decir, decirse, que la vida sigue, que hay que sobrevivir al espanto, que lo imprevisto es un golpe del destino, pero que el destino no puede anonadarnos, ahogarnos en la pena: sé que esto es especialmente duro para quienes han sido sacudidos de cerca por la monstruosidad de la catástrofe, pero no nos queda otro remedio que sobreponernos: hay que seguir, qué remedio.

Y aquí cabe lo que proponía, amable lector/a, en mi titular: hay que seguir con una sonrisa de esperanza, aunque sea enjugándose esa lágrima que al menos a mí me rodó por la mejilla una vez en este tristísimo día de Santiago. Cabe la esperanza al ver la solidaridad de todo un país volcado en el socorro. Cabe también porque hemos visto un espectáculo de unidad, incluso política, que nos muestra que, más allá de las polémicas y de las viejas reyertas patrias, hay cosas que se colocan por encima de la mezquindad, incluso de esa tradicional mezquindad que consiste en ir a la fuente del dolor para fotografiarse. Debo decir que, más allá de la búsqueda de responsabilidades, inevitable y necesaria, más allá de la igualmente conveniente denuncia de fallos puntuales en las tareas de socorro e información, pienso que hay que sentirse satisfecho de cómo han reaccionado casi todos los estamentos inmediatamente después del accidente en Santiago: policía, bomberos, sanitarios, voluntarios, donantes de sangre, los propios viajeros supervivientes… Me gustaron las lágrimas de Núñez Feijoo, la sobriedad de Rajoy, la presencia de los Reyes juntos. Me han gustado el tono de los medios de comunicación, los mensajes de la sociedad civil. Un país en marcha, que no se dio tiempo para inmovilizarse sintiéndose anonadado. Un país que, con cuantas deficiencias usted quiera, funcionó; por eso me permito rogarle que, con todo, nos quepa una brizna de optimismo.

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