Siete días trepidantes – Reconstruir la maltrecha «marca España».


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

He leído en algún sitio un comentario que decía que el orgullo español por sus instalaciones de alta velocidad ha sufrido un duro quebranto con el terrible accidente de Santiago de Compostela. Y que ello significaba, de rechazo, un nuevo golpe a la ya maltrecha «marca España», que ya ni siquiera los más entusiastas se empeñan en resucitar. Sin duda, los efectos del descarrilamiento del tren Alvia van más allá de las devastadoras pérdidas humanas, que son lo más importante, y de las económicas, que en este caso son secundarias: todavía pasarán meses antes de percibir en toda su magnitud las consecuencias de un error humano al que, con todo, pienso que se supo hacer frente con solidaridad, dignidad y, con los fallos que usted quiera, con bastante eficacia.

Lo que ocurre es que el accidente se produjo en uno de los momentos más agudos de esos ataques de nacional-pesimismo que periódicamente sufrimos los españoles. Y, entonces, todo viene a corroborarnos lo mal que van las cosas, desde la seguridad ferroviaria -y somos el país europeo con mejores infraestructuras en este campo_hasta la integridad moral. Mézclese todo y lograremos un cóctel resonante.

Personalmente, tiendo a inclinarme hacia el optimismo cuando tantas cosas parecen, y están, perdidas. Creo que reconstruir el concepto de la «marca España» -en primer lugar, sustituyendo a algunos de sus responsables directos, cuya visión del tema es tan limitada_ es posible y urgente. Por ejemplo, tiendo a pensar que Mariano Rajoy, que tanto ha tardado en decidirse a acudir al Parlamento para explicar lo de Bárcenas, puede ganar por goleada a las filtraciones que malintencionadamente va diseminando el ex tesorero; lo primero, reconociendo la veracidad que puedan tener, para lo cual será muy conveniente escucharle pronunciar la palabra «Bárcenas» ante el micrófono; y lo segundo, desmontando, con propuestas de futuro, la desmoralización general causada por el pasado.

Ignoro si el presidente se plantea llegar hasta el borde del precipicio en esta muy esperada comparecencia. Pero que no piense que puede hacer una faena de trámite y largarse a continuación a sus vacaciones gallegas, porque el dinosaurio, como en el cuento de Monterroso, seguirá ahí, en Soto del Real, al amanecer. No se trata de salvar la cabeza de Rajoy, ni la de algunos de los centuriones del Partido Popular: se trata de salvar esa «marca España», tan zarandeada incluso, ahora, por accidentes ferroviarios. No quisiera dar la sensación de que mezclo cosas que han de mantenerse separadas, pero lo cierto es que «marca España», o sea, la visión que de España tenemos dentro y fuera de la península, lo engloba todo ahora: el estado de las infraestructuras y también el estado moral de la nación. Y, con todo, no queda más remedio que afirmar que el primero es -duro resulta decirlo en estos momentos_ mucho mejor que el segundo.

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