Carlos Carnicero – Aquel viejo periodismo de papel.


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Hubo un tiempo en que recorría los kilómetros que hicieran falta para conseguir el botín de mis periódicos cotidianos. No tener la prensa del día, al levantarse, era lo más parecido a estar desnudo. Ya no frecuento los kioscos. A pesar de los años que llevo ejerciendo el periodismo, me he adecuado a las tecnologías. Crecí en la época del teletipo (algunos de los lectores no sabrán de lo que estoy hablando; en síntesis, picar una cinta que se enviaba como un telegrama); la llegada del fax fue el milagro de mandar un papel por el aire en un instante. Y luego, Internet y las tecnologías.

Sigo adicto/dependiente de los periódicos; los leo en Internet, pagando la suscripción on line de los que más me interesan. Y ahora no me acerco, casi, a los kioscos. He adquirido, sobre todo en mi vida fuera de España, el sometimiento a las ediciones on line.

La crisis de la prensa de papel tiene su origen en la huída hacia Internet de los usuarios que antes eran tradicionales; pero no solo por eso. Los grandes medios de comunicación se habían convertido, en muchos casos, con empresas con muchos más intereses que los editoriales. Su preocupación ya no son solo los lectores. Tienen muchas servidumbres derivadas de sus diversas dependencias empresariales. Y, además, la pérdida de lectores ha tenido como consecuencia el descenso dramático de sus ingreso publicitarios.

La competencia de los medios de pago con las redes es brutal; Internet se ha convertido en un universo en el que pagar por la información se considera por muchos una ofensa inaceptable. «Gratis» es una palabra peligrosamente automática; sobre todo porque «de balde» no necesariamente es sinónimo de rigor y calidad. Por supuesto que todas las empresas editoriales tienen su línea y sus intereses.

La noticia de que un magnate de Internet ha comprado el diario The Washington Post ha sido recibida como un alivio y una alerta. El periódico emblemático se salva, pero no sabemos nada de los planes de su nuevo editor.

La red se está comiendo la prensa escrita. Pero la red, que es instantánea y tiene muchas ventajas, debe ser llenada de calidad y rigor. Sin contenidos, la red no es nada. Y distinguir la calidad de lo superfluo no es fácil siempre.

No creo que el periodismo de papel desaparezca pero no está sabiendo reconducirse. La información siempre cuesta dinero si quiere estar soportada por la calidad.

Lo más interesante que se plantea en estos tiempos es la competencia en la red con el papel, la aparición de medios alternativos y la posibilidad de que quien tenga algo que decir y de qué informar puede depender solo de sí mismo.

Personalmente creo en la red. Creo en la autonomía que proporciona Internet. Me siento cómodo en esta situación aunque ganarse la vida sea más complicado.

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