La semana política que empieza – El hombre al que todos miran y calla.


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

Pocas veces, en los muchos años que llevo como comentarista, he visto un panorama como el actual cuando ya el ecuador de las vacaciones está vencido y hay que ir, ay, empezando a pensar en el regreso. El curso político que se avecina es, simplemente, agobiante para el hombre que aún trota por los caminos pontevedreses, decisivo para buena parte de la oposición, clave para los nacionalistas y, desde luego, importante, muy importante, para usted, para mí, para todos los ciudadanos que dependemos de las decisiones de nuestros representantes. Y debo añadir que pocas, muy pocas veces, he escuchado un clamor tal pidiendo a ese hombre que aún trota por los senderos «de piedra y agua» decisiones de alcance, radicales, urgentes. Pero ese hombre, poco aficionado a las palabras y a «chismes con la prensa», calla.

Por ejemplo, ya no sé cuántas veces, ni en cuántos medios, he escuchado/leído -al margen, claro, de mis propios comentarios escritos/hablados- cosas más o menos apremiantes acerca de la urgencia de que ese hombre, Mariano Rajoy, remodele al equipo de sus más inmediatos colaboradores. Los suyos se agitan a la vista del espectáculo de descoordinación que es patente en el partido que nos gobierna, donde resulta ya evidente que la secretaria general no puede seguir siéndolo en compatibilidad con la presidencia de una Comunidad Autónoma tan importante como la de Castilla-La Mancha. Y menos aún puede mantenerse el vicesecretario general, a quien tantos testimonios meten en el lío-Bárcenas. Ni el portavoz habitual, Carlos Floriano, abrasado por su propio entusiasmo en la defensa de la verdad oficial, puede seguir en esa tarea… etcétera. Eso, por limitarme al campo propio del PP, porque si hablamos de la oposición, el volumen del griterío va de la petición de dimisión del presidente –¡y su posible «impeachment»!– hasta la exigencia de que se disuelvan ya las cámaras y se convoquen elecciones generales, dando fin a la Legislatura.

Y, en cuanto al Gobierno, no estoy seguro de que pueda aguantar con su actual estructura hasta allá por comienzos del año próximo, cuando habrá que formar el equipo que afrontará las elecciones europeas. Todos aseguran que Rajoy quiere posponer cualquier crisis hasta entonces, a pesar de que varios ministros están tocados gracias a bastantes decisiones polémicas, cuando no claramente erróneas, y pienso, por ejemplo, en un Alberto Ruiz-Gallardón que hace el pleno a la hora de las críticas, internas y externas, a tantos pasajes de su gestión. Pero hay más nombres, desde luego, en las quinielas de «cesables», por mucho que Rajoy, fuente de todo poder, intente mantener sus cabezas sobre los respectivos hombros.

¿Cómo es posible, con el volumen de estas críticas, con el patente descontento ciudadano visible en los sondeos, con el pasotismo político que muestran los jóvenes -tremenda, en este sentido, la encuesta del Instituto de la Juventud–, con el horizonte judicial que viene, con el asalto del equipo de Artur Mas incluso ya a la legalidad y a la buena vecindad -menuda viene la Diada este año-, intentar mostrar que nada pasa? ¿Cómo puede ser, como intentaba convencerme hace unos días un personaje cercano a Rajoy, que la doctrina oficial piense que todo va bien porque la prima de riesgo no es la del año pasado? ¿Cómo se puede imaginar que con las explicaciones dadas por Rajoy el pasado 1 de agosto en el Senado ya está todo aclarado y que el juez Ruz diga lo que le dé la gana, que todas las culpas recaen sobre un delincuente encarcelado y sobre un octogenario, Alvaro Lapuerta, que no puede ni acudir a declarar?

Estoy seguro de que Rajoy, cuyos «tempos» políticos son, para mí, incomprensibles, pero que es hombre que sabe de política, entiende que, aunque lo digamos los dichosos periodistas, algunos cambios inaplazables no pueden posponerse más allá de octubre, cuando el PP celebrará una convención casi en paralelo, mire usted lo que son las cosas, con otra que organizan los socialistas. De una debe salir una nueva dirección del PP y tal vez el anuncio de una importante remodelación ministerial, además de algunas ideas sobre nueva forma de gobernarnos; de la otra, una propuesta concreta de reforma constitucional y tal vez la convocatoria de unas elecciones primarias a las que estoy seguro de que no se presentará Pérez Rubalcaba. Añádale usted a todo esto unas gotas de actualidad exterior, comenzando por el contencioso, que no es para tanto, de Gibraltar, o la que viene para la UE con la segura reelección de Merkel; agítelo y sírvalo frío, helado, porque es un cóctel perfectamente explosivo. Fíjese usted si hay materia para meditar, y para tomar decisiones, cuando ya este agosto enfila casi la recta final. Pero el hombre al que todos siguen en su carrera por los senderos pontevedreses, calla. Siempre calla, diantre.

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