Siete días trepidantes – Una imagen que sustituye a mil palabras. O a una sola.


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

Naturalmente, y como estaba previsto, la fotografía de Mariano Rajoy con la ministra Ana Pastor -casada con quien ha acompañado al presidente estos días en sus paseos gallegos_ y la «plana mayor» del PP gallego, comenzando por el presidente de la Xunta, Nuñez Feijoo, ocupaba ayer muchos espacios en los medios de comunicación nacionales. Y, como supongo que estaba igualmente previsto, los comentarios resaltaban el intento del hombre que nos gobierna a los españoles de ofrecer una imagen de serenidad, allí, en el sendero «de agua y piedra» de Ribadumia, sofocando la ansiedad política medioambiental con la calma que transmiten los verdes, y ahora soleados, parajes norteños. Una imagen, la que se ofreció a los fotógrafos -y solamente a los fotógrafos_ que pretendía sustituir a mil palabras. O a una sola palabra, porque son pocas las que, en público, han salido de la boca de Mariano Rajoy desde que inauguró el mes de agosto con su ya legendaria -y lejana_ comparecencia parlamentaria para hablar del «caso Bárcenas»: apenas, tras la reunión en Marivent con el Rey, para hablar de mano dura en Gibraltar, algo que se ha mantenido, aunque ahora llegue la hora de la negociación.

Por lo demás, calma chicha, parece. Claro que la procesión va por dentro.

Supongo que el discreto y siempre amable José Benito Suárez, que ha sido el paisano pontevedrés, y marido de la «ministra estrella» Pastor -su actuación tras el accidente ferroviario de Santiago la ha reforzado sin duda-, que ha acompañado habitualmente a Rajoy en sus trotes montañeros, será ahora una de las personas mejor informadas sobre lo que planea hacer el presidente en esta hora del regreso, la «rentrèe» política, que es el término que antes se empleaba para referirse al regreso de los ministros y de la oposición al tajo tras las vacaciones de agosto. O puede que ni siquiera el compañero de excursiones tenga mucha idea de lo que anida en la cabeza presidencial, porque ya se sabe que el gallego Rajoy, el hombre con mayor poder potencial del país, es persona más bien reservada. Desde luego, me consta que la mayor parte de sus ministros no tiene ni noción de lo que va a ocurrir ahora, y puede que apenas la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, cuente con una aproximación de lo que va a ser el futuro oficial, tras un mes en el que le ha tocado un cierto protagonismo tras sus controvertidas, y no matizadas, declaraciones al juez Ruz, asegurando que fue Rajoy quien pactó el benévolo trato al ex tesorero, filtrador y hoy recluso Luis Bárcenas.

Por lo poco que uno, con las limitaciones agregadas de ser periodista, que es colectivo poco grato a Rajoy, ha ido sabiendo, mi impresión personal es que el presidente va a intentar dilatar al máximo cualquier cambio, bien en el Gobierno -cuánto silencio ministerial en este respiro agosteño-, bien en el propio partido, que ha sido un cúmulo de agitaciones internas estivales. La fotografía gallega de la «calma chicha» parece un mensaje a la opinión pública: la economía mejora, el «caso Bárcenas» se desactiva algo, parece -parece-, hay mucho trabajo por delante, a Madrid le van a dar los Juegos Olímpicos, estamos ofreciendo una sensación de firmeza frente a la pérfida Albión en el asunto de Gibraltar… ¿Para qué agitar ahora el panorama cortando cabezas que sí, que habrá que cortar en su momento, pero sin precipitaciones?¿Que ahora, con la «rentrèe» , vuelven los problemas, la crisis institucional que dicen que afecta a la Corona -que esa ha sido otra serpiente de verano en toda regla, la de las presuntas malas relaciones entre los Príncipes-, que vuelve Artur Mas con su murga de cara a la Diada? Pues paciencia, y cada cosa a su tiempo. El Rajoy de la fotografía convocada, con la «plana mayor» de los «populares» gallegos, es el Rajoy más típico, el más genuino: ¿para qué mover ficha si, con ello, tampoco sabemos si vamos a ganar la partida? Eppur si muove. Y, sin embargo, aunque la doctrina oficial sea el inmovilismo, la cosa se mueve. Menuda movida viene, sí.

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