Carlos Carnicero – Cuando llega septiembre.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Ni Bárcenas ni el accidente de Santiago han resistido el anestésico de Agosto. Solo Gibraltar nos ha solucionado informativamente el verano. Y de momento no le ha salido mal a Mariano Rajoy. La modorra ha funcionado. Luis Bárcenas ha estado tranquilo en Soto del Real, celebrando su cumpleaños en compañía de sus comadres del talego. Me imagino conversaciones reales o imaginarias con otros presos ilustres. ¿Ocurrirá como en las películas, que preparan golpes para la salida que «no puedan fallar»? ¿Habrán aprendido y corregido errores de la tecnología de los paraísos fiscales?

Septiembre es rápido en pasar la aspiradora al verano para recuperar el pulso de la normalidad, que es el estrépito. Y Gibraltar ya no tendrá capacidad de neutralización de la realidad.

Los bloques de hormigón con pinchos, arrojados al mar por el gobierno de Gibraltar, producen irritación. Ha sido un mal cálculo de las autoridades del peñón porque han sembrado el patriotismo que solo es capaz de reactivar el sentimiento de humillación. Y Rajoy, que no tenía músculo, ha sacado pecho. Le está saliendo bien la jugada y le ha dejado a Rubalcaba con solo la cantinela de un apoyo matizado por la petición permanente de prudencia. Gibraltar, como recurso, le funcionó al dictador y ha rearmado a una derecha que está en deriva ideológica de demonizar a la izquierda. Los medios y los tertulianos de la derecha atacan en formación de «tortuga» como las legiones romanas. Se cubren por todos los lados con los escudos del deber cumplido y atacan por todos los flancos. Agarran el argumentarlo de la calle Génova y lo repiten como el catecismo del padre Ripalda. Las insensateces miserables que se han escrito en Twitter sobre el estado de salud de la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, han sido leit motiv de las huestes mediáticas del PP. Y la conclusión que sacan es que la izquierda se está radicalizando. No se lo debiera creer nadie, pero funciona. La izquierda española, la parlamentaria y la puramente callejera, son unos niños de teta si tenemos en cuenta la profundidad de la crisis y los estragos de las medidas para combatirlas. La derecha política y mediática trata de deslegitimar cualquier protesta. Su consideración imposible es que la legitimidad de la mayoría absoluta, asentada en el incumplimiento electoral, es una muralla que nadie tiene derecho a cuestionar. Y en las clases «biempensantes» se reproducen mecanismos perversos de demonización de la izquierda. Los líderes del PP hablan del gobierno de Andalucía como «comunistas» y lo pronuncian con el regodeo de Queipo de Llano y Millán Astrain. Creo que les funciona esas dosis de anticomunismo guerra civilista.

La proyección de las encuestas sobre los sondeos del CIS harían perder las elecciones al PP con una ligera ventaja de Rubalcaba y un ascenso brutal de Izquierda Unida, con más de cuarenta escaños en el Parlamento. Pero todo es puramente empírico, porque no hay elecciones en el horizonte.

Mariano Rajoy luce relajado en las sesiones fotográficas para la prensa que son preludio de su regreso. Fernando Garea titula que la prima de riesgo se llama «Bárcenas». En las sentinas del diario El Mundo se organiza la munición del «tesorero infiel». El incipiente repunte de la economía, asentado en las exportaciones, está amenazado por las ganas que tanta gente le tiene a Mariano Rajoy. Otoño es caliente por definición. Y este año, desde luego, no va a ser una excepción. Septiembre, una vez más, va a cumplir su cometido.

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