Francisco Muro de Iscar – Vuelve la política.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Esta semana, después de un breve paréntesis veraniego en el que casi todo han sido buenas noticias -habría que prolongar las vacaciones de los políticos a ver si sigue la racha- vuelve la actividad política a las Administraciones y al Parlamento. Rajoy se va a tener que enfrentar de nuevo con su mayor amenaza, que es sin duda, el caso Bárcenas, una chistera de la que todavía pueden salir muchos conejos, alguno de los cuales puede poner en peligro todos los logros económicos. En principio y mientras no se demuestre lo contrario, tengo que creer al presidente del Gobierno español antes que a un presunto delincuente. Si se demostrara que Rajoy ha mentido, su vida política y la confianza en el país valdrían lo mismo, cero.

Así que si Rajoy mantiene su verdad, se enfrenta en este otoño político a otros cinco desafíos. El primero, los cambios en el PP -imprescindibles, radicales y creíbles- y en el Gobierno -imprescindibles en diversas áreas, pero tal vez aplazables hasta que se decide quiénes van a ir a Europa y a Andalucía-. Los nombres de Arias Cañete, candidato para alguna de las elecciones, y los de Mato, Montoro, Wert y Ruiz Gallardón, entre otros, están en todas las quinielas y en muchos casos hay razones sobradas para que dejen sus cargos. A pesar de las mejoras en los grandes números, lo que queda por hacer precisa de caras nuevas, de ilusión y cercanía al electorado.

El segundo aspecto son las reformas pendientes. No son pocas y todas son importantes y deberían poder ser consensuadas con otros grupos políticos: la energética, la educativa, la fiscal, la local, la financiación autonómica y la justicia. Casi nada.

El tercer aspecto imprescindible para abordar esas reformas y otros retos es recuperar los acuerdos con la oposición y con los distintos sectores sociales . Hasta ahora ni el Gobierno ni el PSOE han querido pactar nada. Si quieren recuperar su papel en la sociedad y no contribuir a un Parlamento canibalizado, tienen que cambiare muchas cosas y, sobre todo, mostrar a los ciudadanos-votantes que son partidos de Estado, que garantizan la estabilidad, la solidaridad y el sentido común. No es fácil por la debilidad de Rajoy y la fragilidad de Rubalcaba, pero es indispensable. Respecto a la sociedad, si el Gobierno se empeña en llevar a cabo las reformas educativas, sanitarias, jurídicas y profesionales, sin contar con quienes las deben aplicar y sufrir, perderá en las urnas todos sus crédito y verá cómo se da marcha atrás en todas las reformas. Sin esos pasos, no podrá hacer frente a los retos que van a plantear los nacionalismos independentistas -especialmente el catalán de Artur Más dispuesto a todo con tal de no reconocer su error- y tampoco podrá afrontar el fin de ETA, simultáneo a la vindicación de las víctimas.

Y todo ello con un solo objetivo: devolver la credibilidad a la política y reformar las instituciones para que cumplan rigurosamente su papel.

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