Charo Zarzalejos – La carta.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Cuando estas líneas vean la luz, la carta de todas las cartas, habrá llegado a su destino o estará a punto de hacerlo. Es una carta, la del Presidente del Gobierno dirigida a Artur Mas, rodeada de misterio, sujeta a unos tiempos diseñados con elementos de alta precisión y es, por lo demás, una carta cuyo contenido es bien sabido de antemano. Hay mucho de juego que eso y no otra cosa es, en el fondo, la política. Juego de tiempos, de equilibrios, de circunstancias, de actitudes personales, de palabras dichas y de silencios deliberados.

Nadie sabe mejor y antes que nadie que el propio Artur Mas el contenido de la misiva. En la reunión del 29 de Agosto las posiciones, siempre dentro de la cortesía e incluso desde una buena relación personal, quedaron bien claras: el Presidente del Gobierno de España, sea quien sea el que ocupe la institución, no tiene margen y ni siquiera derecho a autorizar una consulta no prevista en la Constitución. Otra cosa bien distinta es que se procediese a la reforma de la misma. Esta hipótesis es tan peregrina como legítima. Peregrina porque no hay consenso bastante para que los catalanes puedan, en solitario, decidir sobre ellos mismos porque al hacerlo, en el fondo, decidirían sobre todos los españoles. ¿Legítima?. Si, claro es legítima la reforma constitucional siempre y cuando se sigan los cauces previstos para la misma. Para ambas circunstancias haría falta otra quimera como es el que el PSOE y el PP se pusieran de acuerdo.

Artur Mas ha sido bien consciente de donde se metía, conocía de primera mano la posición oficial del Gobierno, tenía y tiene en sus manos todas las cartas con la que sabe puede jugar la partida. Aún así no ha dado un paso atrás, de manera que la Carta lo único que no le puede provocar es sorpresa. Ninguna sorpresa.

En estas circunstancias y ante este panorama resulta lamentable, descorazonador y decepcionante que los dos grandes partidos no se pongan de acuerdo en algo que, en el fondo, están de acuerdo que no es otra cosa que la unidad de España. Proponen una España federal, pero los independentistas quieren la independencia y los nacionalistas en su conjunto sólo defienden la diferencia. Pere Navarro defiende una consulta pactada pero ni eso valdría porque el secreto de cualquier nacionalista es no cerrar el futuro. Sin reivindicación permanente, el nacionalismo se sepulta a si mismo. A una consulta pactada vendría otra y así hasta más allá de los tiempos.

En España hay toda clase de anhelos. Está el anhelo independentista, el anhelo por encontrar trabajo, el anhelo de miles y miles de españoles por una vivienda digna.. El anhelo nacionalista ¿es superior, de más categoría que esos otros anhelos?. Respetemos este anhelo de muchos catalanes, tratemos entre todos de recuperar la convivencia y la «conllevanza» y que sea Artur Mas ,con su irresponsable órdago ,quien lo gestione.

«Cuando alguien agita el agua, señorías, suele ocurrir que el agua no está quieta. La culpa no es del agua, señorías, sino de quien la mueve. Tampoco tiene la culpa quien discrepa, sino quien propone lo que no debe*».»Yo no voy a mover el agua. Mi deseo es que celebremos un debate serio, sin prejuicios ni vehemencias. Me he propuesto no pronunciar una palabra más alta que otra, no excitar emociones ni dañar sentimientos»(Mariano Rajoy, 2 de Octubre de 2005).

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