Antonio Casado – El grito de Corcuera.


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

El ex ministro del Interior y socialista de toda la vida, José Luís Corcuera, terció en el debate que, organizado por mi periódico, El Confidencial, sostenían hasta ese momento el primer secretario del PSC, Pere Navarro, y el ex presidente del PSOE, Manuel Chaves. Corcuera dio la nota, declamando públicamente tres cosas. Una, que su propio partido no tiene clara una idea de España. Dos, que la receta federalista es un invento para salir del paso. Y tres, que la Constitución no está para ser reformada sino para ser cumplida. Nada que no digan los pasados y presentes dirigentes socialistas. La diferencia es que lo dice más alto, más claro y de forma mucho más vehemente. Hasta el punto de formular un reproche tan injusto como esa supuesta deserción de españolismo que atribuye a su propio partido.

Tal vez sea oportuna la bronca del ex ministro a sus compañeros como una forma de conseguir de ellos una mayor contundencia a la hora de defender la igualdad de todos los españoles, vivan donde vivan, o a la hora de advertir con toda nitidez que el PSOE nunca aceptaría incluir el derecho de autodeterminación en el texto constitucional cuya reforma reclama el equipo pilotado por Alfredo Pérez Rubalcaba. La vehemencia del «jubilado», según definición propia, quizás sirva para lograr que sus compañeros en activo se esfuercen por construir un discurso menos ambiguo y menos benevolente respecto al discurso totalizante del nacionalismo catalán.

Todo eso se puede entender como terapia de provocación, o provocación terapéutica, si ustedes quieren. Pero acusar al PSOE de que no tiene una idea clara de lo que es España («Convendría que mi partido supiera qué es España», fue la frase exacta que utilizó) me parece una enormidad. Lo mismo que calificar de «frase inventada para salir del atolladero» la reforma federalista del Estado que hoy por hoy domina el discurso del PSOE en materia de política territorial.

Que diga esas cosas Corcuera después de cuarenta años de militancia en un partido «federal» me parece un contrasentido. Y tampoco se puede despachar de ese modo el intento de los socialistas de abrir una tercera vía entre la posición contemplativa del Gobierno Rajoy y el tirón segregacionista del nacionalismo gobernante en Cataluña.

También estuvo claro al expresar su aversión a una reforma constitucional. «Si los tratados internacionales están para cumplirse, con mayor razón los nacionales. Y eso es la Constitución», dijo. Sin comentarios, pues la Carta Magna prevé su propia reforma y regula los mecanismos para afrontarla. Ninguna obra humana es eterna. Es verdad que el PSOE ha propuesto su reforma. Pero en ningún caso, como se teme Corcuera, para derogar el dogma civil de la soberanía nacional única e indivisible. Jamás el PSOE, ni antes ni ahora, ha propuesto ese tipo de reforma.

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