Andrés Aberasturi – Un presidente mal acostumbrado


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

Cuando pasan estas cosas te preguntas para qué sirven las decenas de asesores y expertos que rodean -y cobran- a políticos incluso de segunda fila. Si no tienes asesores, no eres nadie; pero ¿para qué demonios sirve un asesor, un experto, todo una gabinete dedicado solamente a la comunicación si cuando te preguntan por Bárcenas y otros temas más o menos espinosos no sólo contestas de una forma confusa sino que dejas traslucir un malhumor evidente?

Y aunque no veo en la ya famosa respuesta de Rajoy («hay cosas que no se pueden demostrar») el sentido que muchos medios le han dado, es evidente que no eligió ni la respuesta adecuada ni las palabras exactas. Si empiezas diciendo que hay cosas que no se pueden probar, ya es inútil luego arreglar lo que esa pequeña frase encierra: un reconocimiento de lo que la periodista preguntaba -la financiación ilegal- y una tranquilidad porque semejante actuación no se va a poder probar delante de un tribunal.

Estoy seguro que Rajoy, en el momento de responder, no pensaba en eso sino que en que no se podría probar nunca lo que nunca existió, la financiación ilegal, pero no lo dijo bien, no usó las palabras adecuadas en el orden adecuado. Contestó bien en los temas económicos pero no supo salir airoso de los temas político internos del PP. Ni supo contestar sobre el tema de Bárcenas, ni supo hacerlo sobre la posible vuelta de Esperanza Aguirre; daba la sensación de que para esas preguntas no estaba preparado y es ahí donde entran los asesores y expertos.

Cuando uno concede una entrevista -y más aun si va a tener una cierta repercusión internacional- tienes que enfrentarte previamente a tres o cuatro de los tuyos que hagan el papel del abogado del diablo, que te pregunten lo más inesperado, lo más comprometido, los más insólito para así preparar un «argumentario» y elegir la mejor de todas las posibles respuestas.

Pero es que las preguntas sobre Bárcenas y cuanto rodea el caso, estaban más que cantadas y no se comprende que el presidente no tuviera preparadas ya unas respuestas infinitamente más airosas o, al menos, sin una posibilidad de confusión o interpretaciones dispares.

Y luego la segunda parte. ¿Hubo o no hubo presiones/peticiones para que se eliminaran de la entrevista estas polémicas cuestiones? La cadena Bloomberg dice que sí y el PP dice que no. La portavoz y vicepresidenta no ha dicho ni que sí ni que no, se ha limitado a contestar que ahí está la entrevista al alcance de cualquiera lo cual puede interpretarse (otra vez un problema de comunicación) como cada uno quiera: si hubo intentos, pero no se consiguió nada o nunca se trató de presionar a la cadena televisiva.

Y me he referido a los asesores y los expertos cuando quizás no tengan ninguna culpa. Al final los líderes se creen demasiado poderosos y toman las decisiones al margen de quienes les rodean o escuchando sólo a quienes les ovacionan.

Lo que está claro es que a Rajoy, que es un buen parlamentario y sería un buen entrevistado si fuera él mismo; le falta práctica y está mal acostumbrado.

No se entiende muy bien por qué, pero prefiere refugiarse en el burladero del silencio en lugar de ocupar el lugar que le corresponde que es el centro de la plaza.

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