Antonio Casado – Papá-chicho Berlusconi


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

Con un poco de suerte la carrera política del ex primer ministro italiano, magnate de la televisión y consumado delincuente, Silvio Berlusconi, está tocando a su fin. Así sea, por razones de higiene, que se han venido imponiendo hasta última hora. Esa última hora en la que se regateó a sí mismo y, como decía el otro, hizo un giro de 360 grados. O sea, se quedó donde estaba, como socio del Gobierno Letta, después de haber intentado derribarle. El plante de su número dos en el PDL, además de vicepresidente del Gobierno, Angelo Alfano, que logró a arrastrar a la mayoría de los diputados berlusconianos, le hizo ver al «cavaliere» que estaba a punto de hacer el ridículo. Así que también él acabo apoyando la continuidad del Gobierno Letta. Hizo el ridículo pero le quitó los argumentos a quienes le hubieran colgado la etiqueta del antipatriotismo.
Buena noticia, incluso para España, donde la semana pasada pudimos haber contraído el virus de la inestabilidad italiana. Y eso hubiera afectado a las tímidas señales de recuperación económica que aparecen en nuestro horizonte. Pero también es muy buena noticia que se haya despejado el camino para expulsar de la política a este individuo. Es lo que quiso evitar tras la sentencia firme (ya inapelable) que le condena a cuatro años de cárcel. En España hemos celebrado la sensatez de Alfano, secretario general del PDL, cuya rebeldía ha sido clave para que Italia siga con su política reformista y se aleje el peligro del enésimo caos político en la tercera potencia económica de la Eurozona solo cinco meses después de haberse formado un gobierno de coalición.
No le faltaba razón a Rajoy cuando presumió de estabilidad parlamentaria mirando por encima del hombro a Italia. La verdad es que salimos ganando, sin necesidad de tomar la mayoría absoluta como garantía de estabilidad. Difícilmente podría darse aquí un caso como este magnate televisivo que, hace dos o tres años, ya empapelado por delitos como soborno, corrupción de menores, abuso de poder, fraude fiscal, etc, se lamentaba: «Me tratan como a un delincuente» decía ¿Y entonces como esperaba que le tratasen?

La degradación de la política tiene en este personaje su mejor ejemplar. En nuestra memoria de cercanías aparece asociado a aquellas pizpiretas «mamá-chichos» de los primeros años noventa. Un producto de su factoría televisiva. Luego se metió en política y alternó las dos tareas. Del inventor de la tele-basura solo podía esperarse la invención de la política-basura, aunque en este segundo oficio no le han faltado precursores.
Entró en política para multiplicar los beneficios de sus empresas promoviendo normas reguladoras a su conveniencia. Hizo toda clase de trampas y se burló de las leyes penales y civiles. Cuando los jueces le llevaron al banquillo por primera vez buscó en el poder su blindaje frente a lo que, según él, era «una conjura de jueces y fiscales comunistas» para echarlo de la política. Qué excusa más tonta.

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