Antonio Casado – Travesía del desierto.


MADRID, 9 (OTR/PRESS)

De la reciente asamblea del Fondo Monetario Internacional, con sus nuevas previsiones para España, y de las intervenciones de Rajoy en las dos últimas sesiones de control al Gobierno, en el Senado y el Congreso respectivamente, brota la desalentadora sensación de que aún nos queda una larga travesía del desierto. Me refiero a las expectativas de la economía nacional. Nada que hacer hasta 2018 en cuanto a recuperación y salida de la crisis, si manejamos las dos variables que determinan la posibilidad de volver a sonreír: crecimiento y creación de empleo.
En eso coinciden el FMI y el Gobierno de España, aunque el lenguaje sea muy distinto, como vamos a ver. El FMI mejora en dos décimas sus propias previsiones de crecimiento para España en 2013 (en realidad, mejora en dos décimas las previsiones de decrecimiento) pero empeora en cinco décimas las del Gobierno para 2014: el 0,7% de crecimiento previsto en los Presupuestos Generales del Estado queda reducido al 0,2%.
Como puede apreciarse, las magnitudes son tan modestas, tan tímidas, que cuesta mucho hablar de recuperación o de salida del túnel. Sin embargo, el Gobierno lo hace. Técnicamente puede hacerlo por el hecho objetivo de que constata el encadenamiento de al menos dos trimestres seguidos de crecimiento (tercero y cuarto de 2013) por pequeño que sea. Ese es el caso y se entiende que vea el vaso medio lleno y pregone la recuperación. Está en su papel combatir el pesimismo y tratar de mejorar el estado de ánimo de los españoles, aunque el propio Mariano Rajoy dice en la distancia corta que «podemos hablar del fin de la recesión pero no del fin de la crisis». O de recuperación, pero «aún no sabemos en qué medida».
Lógico. No puede decir otra cosa ante el desalentador augurio del FMI para la economía española: no crecerá por encima del 1% al menos hasta 2018. Es el umbral de creación de empleo contando con la reciente reforma del mercado laboral. Y aún nos queda un ejercicio más, el de 2014, con destrucción de empleo (123.000 puestos de trabajo menos). Lo peor de todo lo descubrimos si se nos compara. Las previsiones de crecimiento sitúan a España en el puesto 182 de 188 países en vías de recuperación.
Frente a este panorama, al Gobierno poco le cunden de momento sus esfuerzos reformistas (mercado del trabajo y mercado del capital, básicamente, amén de las que están pendientes o en el horno, como equilibrio fiscal, administraciones públicas, energía, pensiones y reforma del sistema impositivo). Tampoco le cunden sus celebraciones verbales por la caída de la prima de riesgo, la mejora de la competitividad, el aumento de las exportaciones o la tendencia al retorno de las inversiones extranjeras si se mantienen las cifras de paro. Porque la balanza de pagos por cuenta corriente o la prima de riesgo no sacan de pobres a los parados de solemnidad.

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