Antonio Casado – La educación nos divide


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Según la doctrina del principal partido de la oposición, el PSOE, la reforma educativa pilotada por el ministro Wert, ya en el Senado para una segunda lectura, alumbra un modelo dual: una educación para hijos de familias con dinero y otra para hijos de familias con pocos recursos económicos. En esto coincide con los otros partidos de izquierda que el pasado jueves votaron contra el proyecto (LOMCE) aprobado sólo con los votos del PP, que suponen la mayoría absoluta de la Cámara. También alegan los discrepantes que segrega a los alumnos demasiado pronto (a los 14 años) para colocares en dos túneles paralelos y sin salidas laterales como son el Bachillerato y la Formación Profesional (desde los 16 años). Y en el caso de los nacionalistas (vascos, catalanes y canarios), para acabar de rematar la faena, el conflicto se plantea en los repartos competenciales.
Sin embargo, ya es irrelevante discutir si la ley acierta o no acierta en el planteamiento de todas esas cuestiones. Tampoco compensa detenerse en el debate ideológico clásico, con las pedradas de siempre entre la derecha y la izquierda. El problema es el de una legislación básica que nace con fecha de caducidad. Digámoslo de otro modo: a menos que sea modificada en el Senado, algo muy improbable, esta ley nace con muy poco futuro. No puede haberlo cuando divide de este modo a los españoles, si nos atenemos a la matemática parlamentaria.
Por un lado están los 10,8 millones votantes del PP, cuyos diputados apoyan la ley. Por otro, los 12,3 millones representados en las fuerzas políticas que este jueves votaron en contra de la misma. Es algo más que un sofisma aritmético. Es la metáfora del fracaso anunciado de una ley que, en virtud de la mayoría absoluta del partido en el poder, ha superado en la calle una huelga general de la enseñanza y, en el Congreso, las once enmiendas de totalidad que pidieron su retirada y ahora se comprometen a derogarla en cuanto la mayoría parlamentaria cambie de signo.
Por tanto, está claro que estamos ante un nuevo intento de arreglar unilateralmente esta asignatura pendiente de la democracia española. De acuerdo con que es necesario revisar el modelo fallido que dejaron los socialistas (en eso tiene razón Wert), pero con vocación de durabilidad. Y eso solo se consigue si se asienta sobre los dos pilares centrales del espectro político, el derecho y el izquierdo. Querer estar en posesión de la verdad, tanto a un lado como al otro de esa barricada ideológica, es incompatible con la aspiración nacional de contar con un modelo educativo duradero y estable.
Es muy mala noticia el alumbramiento de un sistema educativo rechazado por todas las organizaciones defensoras de la enseñanza pública (padres, alumnos y profesores) y reprobado por doce de las trece fuerzas políticas de base parlamentaria.

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