Escaño cero – El mar de la muerte.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

El mar de la muerte, así ha definido el Primer Ministro italiano a nuestro Mar Mediterráneo. La afirmación es precisa. El Mediterráneo se está convirtiendo en la tumba de cientos y cientos de personas que intentan atravesarlo en busca de una vida mejor.
Yo no sé a ustedes, pero a mi me resulta insoportable que los gobiernos de la Unión Europea vengan mirando hacia otro lado cada vez que la tragedia, en forma de naufragio, se ceba en esas pateras repletas de personas que intentan llegar al Primer Mundo, el nuestro. Pero si acaso aún resulta más insoportable que empiecen a mirarse los unos a los otros como sorprendidos de lo que sucede como si nada tuvieran que ver con las leyes migratorias y las de asilo.
Muchas de las víctimas que encuentran la muerte a orillas de Lampedusa, Malta u otros lugares, han cruzado Africa andando, esquivando en ese mismo viaje a la muerte. Hombres jóvenes pero también mayores, mujeres con hijos, embarazadas, críos que no comprenden adonde les llevan pero que agarrados a las manos de sus padres les siguen confiadamente.
La última tragedia acaecida en Lampedusa ha servido para remover algunas conciencias, para que el grado de indiferencia de los responsables de la UE haya sufrido al menos una sacudida. No, no se puede tolerar ni una muerte más, no se puede permanecer impasible ante la desesperación de tantos y tantos seres humanos que huyen unos del hambre, de la situación política de sus países, de la guerra. Hace falta una nueva política que de respuesta a éstas tragedias.
Enrico Letta ha anunciado que va a crear la «flota de la paz», que va a enviar barcos a navegar por el Mediterráneo para hacer frente al problema, supongo yo que para ayudar a todos esos cientos de personas que hacinadas en las pateras sueñan con pisar tierra europea. Llega tarde, aunque más vale tarde que nunca.
Menos mal que en España es diferente la actitud de los ciudadanos pero también de la Guardia Civil ante quienes vienen en pateras y no es extraño ver a los vecinos de los pueblos costeros acudir a las playas con mantas y agua para socorrer a los que llegan.
Y sí, claro que hay que combatir a las mafias, a los tratantes de hombres, a esas pirañas que cobran cantidades desorbitadas a quienes se juegan la vida al embarcarse en una patera. Sí, hay que combatir a esos desalmados que meten a cientos de personas sin que apenas puedan moverse y sin las más mínimas condiciones higiénicas.
Es a los tratantes de seres humanos a los que hay que perseguir, sobre los que debe de recaer todo el peso de la ley. Para eso se necesita la colaboración de los países de origen de los emigrantes, pero también se necesita una buena información sobre esas mafias que seguro mueven su dinero en bancos occidentales.
Si en la UE aún hay alguien que tenga el más mínimo sentido de la vergüenza y de la Justicia, deben de impulsar inmediatamente medidas para impedir que el Mediterráneo, deje de ser un gigantesco ataúd, el mar de la muerte y vuelva a ser el mar de Ulises.

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