El deshielo atómico de los ayatolás

Lo primero que ha dicho el representante iraní, apenas llegar a Ginebra es que van en serio: “No estamos aquí para perder tiempo”.

Es probable que sea verdad. Caso contrario no se entendería que alguien como Barack Obama se hubiera tomado la molestia hace 20 días de descolgar el teléfono y perder un cuarto de hora intercambiando lisonjas con Hasan Rohaní, el nuevo presidente de Irán.

Esa charla, que terminó con saludos en persa, fue el primer contacto directo entre los presidentes de Estados Unidos e Irán desde la revolución islámica de 1979.

Ayer martes, las grandes potencias -EEUU, Rusia, China, Francia, Reino Unido, Alemania- reanudaron con Irán las negociaciones para poner coto al programa nuclear de los ayatolás y los asistentes hablan de un nuevo clima.

No todo el mundo es tan optimista. Al escepticismo de Israel, que lleva décadas escuchando mensajes en los que se habla de borrar al “Estado Judío” de la faz de la tierra, se suman las suspicacias de Arabia Saudí y de los países ribereños del Golfo, para los que el deshielo entre norteamericanos e iraníes entraña riesgos.

Más de un jeque petrolero ha llegado a la conclusión de que si Irán deja de ser el enemigo, será difícil convencer a los contribuyentes norteamericanos de la conveniencia de seguir manteniendo el costoso despliegue militar en el Golfo, lo que obligaría a los millonarios del turbante a pagarse su propia defensa.

En cualquier caso, la importancia estratégica de Irán queda por encima de esas cicateras reflexiones. Es evidente que las sanciones aplicadas por Occidente han hecho mella en la sociedad iraní, cada día más descontenta y que eso, sumado a la llegada al poder de Rohaní y a la salida del alucinado Ahmadineyad, abre vías.

Sin entusiasmos. El poder de decisión final sobre el programa nuclear reside –ahora como antes- en las manos del ayatolá Jamenei y al líder supremo y los fanáticos islámicos les gusta más una bomba nuclear que un tonto una tiza.

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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