Fermín Bocos – Camareros filólogos


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

La política tiene servidumbres que el sentido común no entiende. A requerimiento de un diputado de CiU (Pere Macías), el Ministerio de Fomento va exigir que la próxima empresa que quiera hacerse con la contrata de los servicios de restauración de la Renfe garantice que los camareros que presten servicios en los trenes, amén del castellano y el inglés, deberán hablar con fluidez catalán, gallego y vasco.

El origen de la cosa remite a un incidente habido entre un pasajero de la línea Barcelona-Figueres que al interpelar en catalán a un camarero éste le respondió en castellano dando pie a un estúpido episodio de recíproca intolerancia y mutua demostración de que pese a vivir en el siglo XXI hay quien prefiere seguir anclado en la Edad de Piedra de la razón.

El diputado convergente -despreocupado en cuestiones relacionadas con el elevado número de parados que hay en Cataluña, la clausura de ambulatorios o los retrasos en el pago de salarios a los funcionarios de la «Generalitat»-, pero muy activo en la grandiosa misión detectora de agravios, denunció el hecho y reclamó justicia.

Le han dado la razón. El Ministerio de Fomento (Ana Pastor) ha hecho suya la exigencia.

En resumen: en un país como el nuestro en el que hemos tenido cuatro presidentes de Gobierno que ni hablaban inglés, ni catalán, ni gallego, ni euskera vamos a exigir a los camareros que hablen con fluidez la lengua de Shakespeare, la de García Márquez , la de Espriu, la de Atxaga y la de Rosalía.

No consta que, en cambio, que el diputado nacionalista, la ministra de Fomento, o el presidente de Renfe hayan perdido un minuto de su precioso tiempo interesándose por el magro salario que perciben los camareros y demás trabajadores de la compañía.

El caso es que, con arreglo a las normas vigentes, el diputado tiene derecho a exigir lo que ha planteado y el Ministerio no tenían otra salida. ¿Por qué? Pues porque aquí a favor de una Ley Electoral que otorga a las minorías nacionalistas una sobre representación parlamentaria, tanto el PSOE como el PP, han dejado que lo particular prevaleciera sobre lo general.

Con el resultado que padecemos. El día en el que José Montilla, presidente de la «Generalitat» (nacido en Córdoba), recurrió en el Senado a un intérprete de catalán para comunicarse con un vicepresidente del Gobierno de España que a la sazón lo era Manuel Chaves (nacido en Ceuta), quedará en la memoria como la fecha en la que pudimos constatar que tratándose de políticos es arriesgado darles la oportunidad de optar entre el sentido común y el ridículo porque es casi seguro que apostarán por esto último.

Tengo para mí que viene a ser lo mismo que exigir una licenciatura en Filología a los camareros que con profesionalidad sirven café, zumos y bocadillos de jamón y queso en los trenes de la Renfe.

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