Siete días trepidantes – …siempre nos quedará el 10.001.


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Siento decirlo, pero me parece que, con toda la carga que usted quiera respecto de las cifras macroeconómicas, la semana que concluye no ha sido buena para el partido gobernante; ¿quién diablos aconsejó a la secretaria general, María Dolores de Cospedal, enfrentarse, vía plasma, con un recluso que no tiene nada que perder y a quien solo guía su afán de «vendetta» contra ella y, de paso, contra la generalidad de quienes nos gobiernan a los españoles? Fue un duelo judicial mediático, en el que ninguna de las dos partes, la que acusaba -en teoría, Cospedal- y la acusada -o sea, Bárcenas, en realidad el verdadero acusador- tenía muchas posibilidades de salir airosa. Cuando se habla de sobresueldos, de dinero B, de manejo indebido de fondos públicos, de falta de transparencia en la conducta de un partido, el efecto en la opinión pública es desastroso, y sin duda se dejará sentir en las próximas encuestas que se publiquen.
Y es que el personal anda por lo menos mosqueado. Las susceptibilidades se extienden incluso a los cambios policiales de quienes tienen que investigar en la ya interminable instrucción del «caso Gürtel», que está en el origen de todas las cosas. Y es inútil que, en privado, Mariano Rajoy acuse a muchos medios de tener un comportamiento irresponsable -lo ha sugerido, nuevamente, en Panamá, siendo matizado incluso por un ministro panameño-, de minimizar cosas como los ERE o el disoluto comportamiento de la UGT andaluza para, en cambio, magnificar otros «affaires» como el de Bárcenas. Pero ¿cómo no dar la máxima cobertura al espectáculo que Cospedal montó en Toledo, un duelo en toda regla con el prisionero más famoso de Soto del Real? Error tras error: Rajoy ha propiciado también esta semana las acusaciones de «inmovilismo» que se le dirigen desde la oposición y, más grave, desde quienes predican la «tercera vía» para Cataluña, esa salida que busca el líder de Unió, Josep Antoni Duran i Lleida, que se ha convertido en el único – y polémico- estadista a la hora de delimitar soluciones para el empecinamiento secesionista de Artur Mas.

Rajoy, empeñado en transmitir un mensaje de recuperación económica en la «cumbre» iberoamericana, ha tenido, no obstante, un papel desdibujado en esta devaluada cita con la mitad -los otros, simplemente, no acudieron- de los mandatarios de América Latina. Otro error: se debería haber garantizado para el Príncipe el mismo papel de «primus inter pares» que siempre tuvo su padre en estas conferencias. Pero el Rey, ya se sabe, no suelta las riendas, sea ello para bien o para mal. Y, así, se dio a Rajoy, que no es jefe de Estado, sino de Gobierno, el liderazgo de la representación española, y su mensaje ha tenido algo de eco dentro de España, pero mucho menos fuera. Yo diría que el grito en Nueva York del presidente del Banco Santander, Emilio Botín, asegurando que las inversiones extranjeras «llueven» sobre España, ha resonado mucho más fuerte que los parlamentos contenidos del inquilino de La Moncloa.
Pero pelillos a la mar: validando las proclamas de Botín, el Ibex reconquistó esta semana los diez mil: en concreto, alcanzó los 10.001 puntos en la subasta de la Bolsa. Y eso, claro, corroboraba las palabras del banquero, porque ese ascenso viene «de fuera», al menos en un cuarenta por ciento. Y los voceros oficiales se complacían, lógicamente, en ello. ¿Por qué preocuparse por los desplantes de Mas a Soraya Sáenz de Santamaría, la figura emergente, por qué por los careos de María Dolores de Cospedal, la figura acaso declinante, si el Ibex sube y la prima de riesgo baja? Puede que no siempre nos quede París, pero ese 10.001 estará siempre -bueno, esperemos que así sea- ahí.

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