MADRID, 2 (OTR/PRESS)
¿Hay datos económicos que mejoran en España? Sí. Un ejemplo claro es la balanza de pagos, que gracias al buen comportamiento del turismo y a la corrección del déficit comercial, alcanzó un nuevo superávit. Otra muestra sería la apuesta creciente del capital extranjero por España, en la medida en que percibe oportunidades de inversión a buen precio, una señal más del alcance de la devaluación del país.
Incluso es posible encontrar ciertos modelos de éxito en los mercados financieros: la banca española empieza a ganar dinero, aunque sea a costa de menores provisiones, y al Estado le prestan un poco más barato, hasta el punto de que el bono español está por debajo del 4% por primera vez desde 2010, al tiempo que la prima de riesgo se sitúa en los 228 puntos básicos, su nivel más reducido desde junio de 2011. No es casualidad que en ese contexto la agencia Fitch decidiera cambiar de «negativa» a «estable» la perspectiva de España, dos escalones por encima del bono basura.
¿Entonces ya hay razones suficientes para que el ministro de Hacienda pueda asegurar que «la gente empieza a notar la recuperación», en la medida en que Cristóbal Montoro considera que buena parte de la población ya percibe los efectos de la recuperación? Tal vez no.
España no tiene resuelto su modelo de crecimiento, para sustituir el inmenso vacío de la construcción, y por mucho que se recupere en otros frentes sigue teniendo una tasa de paro impropia de un país desarrollado. Si el análisis es político, las cosas tampoco van bien. Y no solo por el problema catalán, que el Gobierno de Mariano Rajoy sigue sin saber encauzar, sino porque el Estado mantiene un problema importante de ingresos fiscales, en la medida en que no rebaja el fraude y no es capaz de recuperar el impuesto de Sociedades, de modo que al no acomodar el gasto a esa situación, el problema del déficit público sigue estando ahí. En el mejor de los casos, cabe decir que en España hay algunas cosas que van menos mal…
