Francisco Muro de Iscar – Pronósticos


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

Ya conocen ustedes que las promesas que hacen los políticos, especialmente en campaña electoral, tienen tanto valor como los pronósticos que ofrecen los hombres del tiempo o los que lanzan los economistas al servicio del Banco Mundial, del FMI o de otros muchos Servicios de estudios. Valen hasta que se conocen los datos reales y, sobre todo, sirven para explicar por qué se equivocaron a pesar de que «tenían razón».
Parece mentira que con todos los datos en la mano sea imposible elaborar una previsión acertada que permita gobernar sabiendo de qué se habla. Aquí, entre nosotros, hemos apostado por las renovables, por las desalinizadoras, por aeropuertos donde no había pasajeros, por teatros y auditorios descomunales e innecesarios, por proyectos faraónicos y casi todo lo hemos hecho con subvenciones y dinero público. Y nadie ha reconocido su error ni, mucho menos, ha asumido responsabilidades. Lo de devolver el dinero, ni se me ocurre.
Hace trece años, en los comienzos de 2001, un exempresario norteamericano, del sector de las nuevas tecnologías, reconvertido a prestigioso columnista, Michael Wolf, aseguraba que la industria de Internet moriría a finales de ese año. Y ponía el ejemplo de Amazon que entonces registraba una capitalización bursátil de unos 22.100 millones de dólares y que, según Wolf, podría caer «hasta los 1.000 millones de dólares para ser comprada después por un grupo de distribución tradicional, no basado en Internet. La venta de Amazon, afirmó, será el símbolo de la muerte del mundo de las puntocom». Pleno al 15.
Es cierto que en estos años han caído muchas empresas de Internet y que durante unos años algunos dieron el pelotazo y desaparecieron con el dinero, mientras otros se quedaban con las deudas. Pero el riesgo de hacer pronósticos es que alguien los compruebe, tiempo después. Amazon tiene hoy una capitalización bursátil de 162.000 millones de dólares. Desde la crisis de 2008 en Estados Unidos ha creado 40.000 empleos y, sólo para la próxima campaña de Navidad, anuncia la contratación a tiempo completo de 70.000 personas. Otra empresa del sector, Twiter, fundada en 2006, vale ya 25.040 millones de dólares -unos 18.800 millones de euros- en Wall Street. Las cifras de usuarios de una y otra son supermillonarias, sin contar los 1.000 millones de Facebook, aunque todavía las cuentas de resultados puedan no ser estables.
Al final sobrevive la innovación y la utilidad práctica. ¿Se imaginan un mundo sin Internet, sin teléfonos que lo hacen todo, sin ordenadores? Y todo va a cambiar cada día más deprisa. Los países y las empresas que no inviertan en I+D+i, que no sean punteros tecnológicamente, que no faciliten el trabajo de los profesionales y que no hagan accesibles sus servicios a los ciudadanos, que no los diseñen «a medida», perderán el tren del futuro. Y aunque sea un pronóstico y alguien me pueda sacar los colores dentro de unos años, la apuesta es por la innovación radical o por el regreso al pasado. Me la juego.

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